miércoles, 3 de mayo de 2017

CIUDADES MEDIEVALES MOHAMED

         


 
  
 . — Grandes cambios en Europa
A raíz de la caída del Imperio de Carlomagno y de una nueva oleada de invasiones bárbaras, Europa se sumergió en el feudalismo, un sistema basado en la vida rural del campo. De este modo, el poder político y económico recaía sobre aquel que poseía grandes latifundios, pues la economía estaba basada principalmente en la agricultura y la ganadería. En consecuencia, los privilegiados de dicha sociedad feudal eran los nobles propietarios de castillos y feudos y sobre los monasterios.
Europa llevaba un par de siglos regida por este sistema feudal, pero a partir del siglo XI las cosas empezaron a cambiar. El mapa de Europa quedó mínimamente estabilizado, se llevaron a cabo grandes avances y mejoras en el campo agropecuario, mejoró la economía, la población aumentó exponencialmente, y como guinda del pastel, hubo un éxodo masivo del campo a las ciudades, que entraron en un periodo de prosperidad.
LA EUROPA DE LOS SIGLOS XI, XII, XIII Y XIV
Los principales reinos se consolidaron. El mapa de Europa, cambiaba muy frecuentemente, pero ahora no. En el centro de Europa se formaron Francia y el S.I.R.G. Los normandos se establecieron en el norte de Francia y crearon el ducado de Normandía, en Inglaterra y en Sicilia. En la península Ibérica la reconquista seguía, con los reinos de Aragón, Navarra, Castilla y Portugal. En el este de Europa, los eslavos ya eran cristianos y formaron reinos (Hungría, Polonia, Bohemia, Serbia y Bulgaria). Algunos de estos reinos se hicieron ortodoxos.
CAMBIOS EN LA AGRICULTURA
En los siglos XI y XII se difundieron nuevas técnicas y herramientas dentro del campo agrícola que aumentaron y rentabilizaron la producción en gran medida:
– El arado de vertedera o normando. La cuchilla que araba la tierra era de hierro y era desigual, por lo que penetraba mejor. Este nuevo arado también incluía la collera y las herraduras de clavos. Con estas novedades se pudieron usar caballos para arar, ya que eran más rápidos y resistentes que los bueyes. También se le añadieron ruedas, y así el agricultor no tenía que llevar el peso del arado.
– La rotación trienal. Consistía en dividir la tierra en tres parcelas distintas, que cada año estarían dedicadas a algo diferente, según un sistema de rotación. El primer año, había en una parcela trigo (o cualquier tipo de cultivo), en la segunda legumbres, y la tercera se dejaba en barbecho, para que la tierra reposase y recuperase nutrientes. Al año siguiente, la primera parcela se dejaría en barbecho, la segunda albergaría trigo, y la tercera legumbres; y al año siguiente, la primera tendría legumbres, la segunda barbecho y la tercera trigo. Así se conseguía una mayor rentabilidad de la tierra, pero fueron necesarias la selección de semillas, y una mayor cantidad de abono.
– El molino de agua. Previamente se conocía sólo el molino de viento, y aunque aparentemente sean igualmente útiles, el molino de agua supone un avance respecto al anterior. Un molino de viento está sujeto a la situación meteorológica, es muy sencillo si no corre el viento, las aspas no se mueven. Además, por aquel entonces Europa era una extensión muy frondosa y estaba plagada de bosques. De este modo, eran pocos los lugares en los que el viento soplaba con fuerza. El molino de agua fue una revolución por esto, porque si bien éste también está sujeto a una fuerza de la naturaleza, el agua y los ríos son abundantes por todo Europa, y como bien hemos visto, ya desde las primeras civilizaciones surgidas hacia el 3.000 A.C., el ser humano tiende a asentarse y crear núcleos urbanos a orillas de ríos, en zonas fértiles. Con esto quiero decir que la mayoría de las aldeas y pueblos medievales contaban con su propio río, donde podían construir magníficos molinos de agua.

Además de estas innovaciones técnicas, hubo una mejora del clima, creándose unas condiciones propicias para los cultivos, de modo que la agricultura comenzó a rentar más y la producción aumentó.
Al aumentar la producción alimenticia, se rompieron los esquemas de autosuficiencia del feudalismo, pues en las casas comenzaron a sobrar alimentos, y dichos excedentes podían ser intercambiados o destinados a la venta en los mercados, las ferias o incluso en las resurgentes ciudades. ¡Estaba renaciendo el comercio! La abundancia de alimentos fomentó el comercio, práctica que se había perdido debido a la ruralización de la población tras la caída del Imperio Romano y la llegada de los invasores nórdicos. Las ciudades crecieron, y se convirtieron en grandes centros de intercambio de productos tanto agrícolas como artesanales.
CAMBIOS DEMOGRÁFICOS
Gracias al aumento de la producción agrícola, las hambrunas disminuyeron, y la gente pudo disponer de los alimentos básicos necesarios además de dietas más completas gracias al crecimiento del comercio. Consecuentemente, la tasa de natalidad comenzó un proceso de crecimiento de la que la sociedad actual puede tener envidia, y la esperanza de vida fue mayor. En cualquier caso, la población creció lentamente llegando a duplicarse a comienzos del siglo XIV, aumento que se vio frenado en 1348 por la llegada de la Peste Negra, que diezmó la población europea.
Debido a este aumento demográfico, el paisaje se vio gravemente afectado, pues fue necesario cultivar más tierras y construir nuevos lugares para vivir. Para extender el terreno poblado hubo que talar bosques, desecar pantanos y marismas, repoblar aldeas abandonadas y destruidas por la guerra, y ganar tierra al mar construyendo diques y cegando dichas zonas.
El comercio urbano y la oportunidad laboral en las ciudades animaron a miles de campesinos que no tenían sin trabajo debido al crecimiento de la población a migrar a las ciudades, donde tenían más posibilidades de encontrar trabajo y de mejorar socialmente.
De nuevo, vemos que todos estos cambios confluyen en un mismo punto y es la repoblación y la reaparición de las ciudades. Éstas recuperaron su importancia y florecieron convirtiéndose en la característica principal de la Baja Edad Media.
EL RENACER DE LAS CIUDADES
Ya desde la crisis del siglo III en el Imperio Romano, la gente había emigrado al campo, y el comercio y la artesanía perdieron importancia. De este modo, la población europea durante los primeros siglos de Edad Media fue en su mayoría rural y campesina, y las pocas ciudades que había tenían poquísima población pues su función principal no era la residencial, sino la administrativa y la política.
A partir del siglo XI y gracias a la prosperidad agrícola, al aumento de población y a la recuperación del comercio, las ciudades de origen romano recuperaron su importancia, y en ellas surgieron los burgos. Estos eran barrios dedicados a la producción artesanal y al comercio de dichos productos y de los alimentos traídos del campo.
Además de las ciudades de origen romano, surgieron nuevas ciudades con fines comerciales. Se fundaron en lugares estratégicos como puentes, rutas de peregrinación, pasos alpinos, o rutas comerciales, y fueron ciudades donde se establecieron artesanos y mercaderes.
Por último, nacieron también ciudades feudales, a partir de aldeas junto a castillos o monasterios, que conforme fueron creciendo, fueron rodeadas con murallas y convertidas en burgos.
2. — El comercio y la artesanía
ARTESANO Y GREMIOS
Antes, en las aldeas todas las familias trabajaban las tierras del feudo, criaban animales, y además se fabricaban todo aquello que necesitaban, como podían ser zapatos, vestidos, utensilios de cocina, o herramientas para el trabajo. Es decir, todos hacían de todo, los hombres araban el campo, pastoreaban ganado, elaboraban herramientas, y las mujeres daban de comer a los animales, se encargaban de las tareas domésticas, producían la ropa, el calzado. Naturalmente esto iba ligado a la idea de autosuficiencia en la que uno producía para sí mismo, para el consumo propio.
A partir del siglo XI, con el aumento de la producción agrícola, el crecimiento de la población y el renacer de las ciudades, el trabajo quedó dividido en dos sectores. En primer lugar, la población que permaneció en el campo conservó la forma de vida feudal y las tareas agrarias. Los que se quedaron sin tierras ni espacio en el campo, migraron a las ciudades y desarrollaron el comercio y la artesanía como alternativa a la agricultura y ganadería.
La vida urbana fomentó mucho el trabajo artesanal, y en seguida surgió una nueva forma de entender el trabajo. El oficio de artesano pasó de ser algo individual a un trabajo en equipo. Nacieron los gremios, asociaciones de artesanos de un mismo oficio que se comprometían a seguir unas normas comunes a todos ellos. Los gremios favorecían la cooperación y la ayuda entre artesanos, y la transmisión y enseñanza del oficio a nuevos aprendices artesanos.
Los gremios establecían los precios de los productos, la cantidad máxima producible, y las horas y días de trabajo. Con esto se quería evitar la competencia entre los artesanos del gremio, pues consiguiendo que todos vendiesen al mismo precio y que no elaborasen mayor cantidad de productos, evitaban trifulcas en los mercados y ferias y conseguían que no existiesen grandes diferencias económicas entre los artesanos del gremio. Además, el gremio proporcionaba las materias primas a cada taller, era el encargado de dar permiso para abrir nuevos talleres, y de pasar el control de calidad a los productos elaborados en cada taller.
Dentro del gremio, los artesanos hacían una especie de cursus honorum, similar a aquel que llevaban a cabo los magistrados romanos para subir peldaños dentro de la administración de Roma. Debían comenzar desde abajo, como aprendices. Estos solían ser niños, y firmaban un contrato con el maestro artesano dueño del taller por el cual trabajarían a cambio de alimento, alojamiento y la enseñanza del oficio. Tras varios años de aprendizaje del oficio, el aprendiz estaba preparado para subir a rango de oficial. Entonces se examinaba, y en caso de pasar dicha prueba, se convertiría en oficial. Los oficiales trabajaban a cambio de un sueldo de artesano, normalmente tenían su propia familia y vivienda, pero no podían abrir su propio taller hasta convertirse en maestros artesanos. Pero tenían que ganarse tal honor, tenían que demostrar su maestría elaborando una pieza digna, una obra maestra. Entonces, si el gremio lo aprobaba como tal, el oficial pasaba a ser maestro, y podía abrir su propio taller, comprar sus propias herramientas, tener sus propios empleados, y vender productos con su firma.
El taller de un artesano, era casa, taller y tienda a la vez. Allí vivían el maestro, los aprendices, y en muchas ocasiones los oficiales. En la planta baja estaba la tienda y el taller, y todos los talleres del mismo oficio solían estar en la misma calle. 

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