Monarquìas autoritarias Jesùs
Monarquía autoritaria
Monarquía autoritaria es una categoría utilizada por la historiografía, que califica de monarquías autoritarias —sin que eso signifique considerarlas representantes de un sistema político completamente articulado y definido con validez general— a las monarquías de Europa Occidental (que también suelen designarse como monarquías nacionales o primeros estados-nación) entre finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna, en el surgimiento de lo que se ha venido en llamar el Antiguo Régimen.
Ejemplos de monarcas[editar]
Ejemplos de monarquías autoritarias serían las de Juan I de Portugal (quizá el caso más precoz), Luis XI de Francia (imponiéndose en el exterior a los ingleses y borgoñones y comenzando a imponer la supremacía real sobre los particularismos locales y estamentales en el interior de Francia), los Reyes Católicos en España o Enrique VIII en Inglaterra. Con más dificultades podría considerarse también a Maximiliano I de Habsburgo, pues si se ha de esperar a una definición territorial de sus dominios, de hecho no se producirá nunca, siendo el respeto de las peculiaridades locales uno de los rasgos de la dinastía Habsburgo, tanto en los Habsburgo de Madrid (Casa de Austria) como en los Habsburgo de Viena, incluso cuando ya éstos ya pudieron considerarse absolutistas, en el siglo XVIII y el XIX (el Imperio austrohúngaro sobrevivió como un estado multinacional hasta 1918).
El Imperio, uno de los poderes universales de la Edad Media, pareció estar a punto de restaurarse de forma formidable con su nieto, Carlos V, pero su idea imperial (alimentada por el humanismo de Erasmo de Rotterdam y Adriano de Utrecht) fracasó, en beneficio de los príncipes alemanes, tanto católicos (elector de Baviera) como protestantes (elector de Brandemburgo, luego rey de Prusia). El otro poder universal, el Papado, no logró convertirse en una potencia territorial, y su poder espiritual fue desafiado por la Reforma (en las monarquías protestantes) o el regalismo (en las monarquías católicas).
También pueden definirse como autoritarias las monarquías escandinavas, ya bien entrado el siglo XVI; en cambio, no consiguió conformarse como autoritaria la poderosa dinastía Jagellón polaca. El caso del imperio zarista ruso, que comienza a formarse con Ivan el Terrible y terminará dando origen al sistema político de la autocracia, responde a una base socioeconómica totalmente diferente, con campesinos sujetos a servidumbre, unos poderosísimos alta nobleza y alto clero terratenientes, y un papel marginal de ciudades y burguesía.
Valois, Tudor y Habsburgo fueron las dinastías que, en un juego de enfrentamientos y alianzas entre ellas, dominaron el panorama internacional de la Europa Occidental siglo XVI; y hacia dentro de sus territorios asentaron su poder en un ejército permanente, una burocracia y una Hacienda cada vez más desarrollados, que les hacían inalcanzables para la nobleza, que empezará a ser atraída a su servicio como nobleza cortesana. La Iglesia también ha de ser controlada, tanto en su relación con el papado como en el control del clero local. La convulsión de la Reforma tiene que entederse en este contexto.
En el camino se van formando los estados-nación, en torno a conceptos de lengua, religión y mercados nacionales, conceptos quizá problemáticos en esos siglos, pero sin cuyo desarrollo inicial sería incomprensible el surgimiento del nacionalismo en la Edad Contemporánea.
En la secular transformación socieconómica de la transición del feudalismo al capitalismo, la coyuntura que produce la apertura de las rutas oceánicas produce la primera economía-mundo. La conciencia de los cambios económicos y del papel que el poder político tiene en ello produjeron las primeras formulaciones de teoría económica, conocidas bajo el nombre de mercantilismo.
Juan I de Portugal[editar]
Primer representante de la dinastía de Avis, tras la batalla de Aljubarrota (1385), consolida una verdadera monarquía autoritaria en lo que sin duda es la primera nación-estado en definirse en la Europa Occidental del Antiguo Régimen. La decidida apuesta por la expansión marítima (Enrique el Navegante) convertirá a Lisboa en una metrópoli mundial en la Edad Moderna. No obstante, su reducido peso estratégico en el continente europeo, así como su subordinación a los intereses de la Monarquía Hispánica en un periodo clave (1580-1640), le restarán protagonismo. Otro rasgo peculiar es su tradicional confuencia de intereses con Inglaterra, que le mantuvo, bajo circunstancias muy distintas, como el aliado más longevo de esta potencia.
Reyes Católicos[editar]
La monarquía de los Reyes Católicos, fue el origen del Estado Moderno en los reinos hispánicos. Su matrimonio significó unir bajo una misma corona los dos mayores Estados de la Península Ibérica. La unión no supuso la creación de un estado unitario. Los reyes se preocuparon por ampliar sus territorios y conquistar el Reino Nazarí de Granada e incorporaron las Islas Canarias y el Reino de Navarra a la Corona de Castilla.
Ambos pertenecientes a la dinastía Trastamara, tras la batalla de Toro (1476), consolidan su poder en Castilla, y la unión de ésta con Aragón. Como parte de una decidida política exterior que buscaba el aislamiento de Francia, su política matrimonial les acercó a sus anteriores enemigos, los Avis de Portugal; así como a los lejanos Tudor de Inglaterra. La muerte prematura de buena parte de su descendencia hizo que fuera su nieto Habsburgo quien les acabara heredando.
Caracterización[editar]
Su propia naturaleza hace a las monarquías autoritarias ser una forma de transición, si bien muy prolongado en el tiempo, entre el concepto de monarquía feudal (con un poder que sólo se deriva del cumplimiento de las obligaciones de vasallaje de la nobleza, cuyo control es problemático, y que hace que el poder se difunda hacia abajo, y sometida a la prelación de papa y emperador); y el de monarquía absoluta (que no reconoce superiores ni comparte el poder con sus súbditos).
El concepto de monarquía autoritaria se reserva para los sistemas políticos en los que el poder político se concentra en el rey pero ha de mantener, de un modo pactista o en equilibrio, las peculiaridades territoriales y los privilegios individuales, familiares, territoriales (fueros) y de grupos de muy variada naturaleza (gremios, universidades, municipios), entre los que se destaca un grupo en principio no privilegiado: la naciente burguesía enriquecida por el comercio y las actividades urbanas (incluidos los judíos), de la que extrae el rey buena parte de su poder económico; pero sin que pueda entenderse como una superestructura política de la burguesía o una forma de estado burgués. Al contrario, la monarquía autoritaria, a pesar de extraer su poder político del que pierden nobleza y clero (los estamentos privilegiados de la sociedad estamental que ha cristalizado tras la crisis de la sociedad feudal medieval), actúa como el mejor garante del predominio social y económico de estos.2
Hay que reseñar que, como la mayor parte de la historiografía, Perry Anderson (autor de la imporante obra sobre el tema que este artículo toma como fuente principal) no utiliza la expresión "monarquía autoritaria", sino la de monarquía absoluta, que no plantea como un concepto fijo, sino una tendencia que va desde la Edad Media hasta el comienzo de la Contemporánea: "esta forma histórica, naturalmente, sufrió modificaciones significativas en los tres o cuatro siglos de su existencia".3 La expresión, en cambio, es muy utilizada en los medios académicos españoles4 y en la programación de asignaturas en la Universidad.5
Instrumentos de la monarquía autoritaria[editar]
La recepción del Derecho Romano en las Universidades a partir del siglo XIII reforzó la posición de los reyes en cuanto pudieron desprenderse de la prelación teórica de emperador y papa. La teoría de que el rey es emperador en su reino y que por tanto tiene todos los poderes que pudieran atribuirse a los emperadores antiguos (el princeps legibus solutus) fue apoyada por los letrados, de origen social bajonobiliario o incluso no privilegiado, que sólo podrían aspirar a ascender socialmente sirviendo a los intereses de un rey fuerte.6 La figura del valido actúa de una manera similar. La misma causa tiene la capacidad de alimentación mutua entre monarquía autoritaria y sus instrumentos: burocracia, hacienda, diplomacia y ejército moderno. La representación de las fuerzas sociales representadas estamentalmente (Cortes en los reinos ibéricos, Estados Generales en Francia o Parlamento en Inglaterra) da a los reyes la capacidad y el escenario perfecto para desempeñar su papel arbitral, en el que va quitando poderes a todos ellos (obteniendo los impuestos que necesita, eludiendo las peticiones que, no obstante, escucha...) los aspectos protocolarios y de prelación son a veces decisivos (quién habla primero, o qué se vota primero, si los dineros del rey o las súplicas del reino). La famosa frase "Por Castilla hablaré yo", se encuadra en este contexto. Si el monarca no alcanza fuerza suficiente, el pactismo y el mantenimiento de los privilegios feudales (estamentales y locales) será lo determinantes (como ocurría en la Corona de Aragón).
Sin embargo, cuando la monarquía sea lo suficientemente poderosa, la institución parlamentaria dejará de ser necesaria. Dejar de convocar Cortes es síntoma inequívoco de que la transición a la monarquía absoluta se ha completado (Francia en el siglo XVII, España en el siglo XVIII). Al contrario, que el Parlamento se convierta en un contrapoder al trono, lo es de que la monarquía es parlamentaria (Inglaterra).
El caso de los Trastamara[editar]
La dinastía castellano-aragonesa de los Trastamara representa perfectamente la evolución de una monarquía que surge en plena crisis del siglo XIV como respuesta de las grandes casas nobles al intento de aumentar el poder real de Pedro I el cruel imponiendo al bastardo Enrique II el de las mercedes. Sus sucesores irán recuperando el prestigio real hasta llegar a un punto en el que Juan II de Castilla, apoyado en su valido Álvaro de Luna, puede ser considerado un rey autoritario. El confiar los resortes del poder a bajos nobles o letrados (incluso a judíos o conversos) en vez de en las familias aristocráticas es uno de los recursos claves para aumentar el poder del rey: estos personajes encumbrados por el rey son "sus hechuras", y no tienen el poder por merecerlo, sino porque el rey se lo da, por tanto, son los más interesados en que el rey aumente su poder, no como los altos nobles, que ya son poderosos por sí. Esa posición reforzada de la monarquía contempla elogios como el que Juan de Mena hiciera del rey castellano:
Previamente, el Compromiso de Caspe había significado la entrada de los Trastamara en la Corona de Aragón, en la persona del prestigioso Fernando de Antequera. Las relaciones de las dos coronas peninsulares no serán sin embargo pacíficas, y los infantes de Aragón gravitarán sobre la política interior castellana. La llamada guerra civil castellana ocupará el tercer cuarto del siglo XV, y acabará con el poder indiscutible de la monarquía triunfante de los Reyes Católicos, pero hasta entonces había dado oportunidad para que la monarquía se apoyara sucesivamente en unos agentes sociales u otros, extrayendo el poder político de todos ellos al tiempo que actuaba de árbitro de los conflictos.
En el caso castellano, se dirimía una oposición de intereses secular, que puede verse en casi toda la Baja Edad Media, entre dos grandes coaliciones con presencia política, social y espacial:8 En la primera, la aristocracia de alta nobleza y alto clero, con intereses ganaderos defendidos por la Mesta, y conectados con los mercaderes y banqueros de las ferias y los puertos de la periferia castellana, especialmente la ciudad de Burgos (lo que podría llamarse alta burguesía). En el exterior están apoyados por su principal cliente: Flandes. Son partidarios de mantener la exportación de la lana, que se paga cara en esos mercados exteriores. En la segunda se encontrarían los artesanos pañeros de las ciudades del centro castellano, principalmente Segovia y Toledo (lo que podría llamarse baja burguesía) así como el patriciado urbano de esas mismas ciudades (regidores y caballeros, lo que podría llamarse baja nobleza), partidarios de cerrar esa línea para tener lana barata en Castilla y hacer paños. Ese determinismo socioeconómico se ve mucho más matizado si se baja al detalle, porque intervienen los campesinos, los conversos, clérigos de muy distintos niveles y órdenes religiosas, intereses cruzados de familias e individuos e instituciones como las Cortes o los ayuntamientos.
Una similar conjunción de fuerzas pudo verse en un episodio anterior: la Revuelta Irmandiña, y en otro posterior: la Guerra de las Comunidades, y tiene similitudes con revueltas bajomedievales europeas,9 al tiempo que presenta (sobre todo esta última) rasgos de una precoz modernidad que se manifestarán más claramente en las revoluciones de época moderna.10
Biografía[editar]
Primeros años[editar]
Isabel de Castilla, hija de Juan II de Castilla y de su segunda mujer, Isabel de Portugal (1428-1496), nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila)b el 22 de abril de 1451, Jueves Santo, en el palacio que hoy ocupa el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia. El lugar y la fecha de nacimiento han sido históricamente discutidos, toda vez que cuando nace, nadie es consciente de la importancia que esa niña iba a tener en el futuro. Madrigal era entonces una pequeña villa de realengo donde circunstancialmente residía su madre, Isabel de Avis, y de ella recibe el nombre que entonces no era frecuente en España.
Dos años después, en Tordesillas, nació su hermano Alfonso. Con anterioridad, fruto del matrimonio entre Juan II de Castilla y María de Aragón, y por lo tanto hermano de Isabel por parte de padre, había nacido Enrique, que accedería al trono en 1454 como Enrique IV.
A la muerte de su padre en 1454, Isabel fue enviada con su madre y su hermano Alfonso a la villa de Arévalo, donde vería los ataques de locura de su madre. Ésta es una época de dificultades, incluso económicas. En esta época Isabel se dedicó a leer libros religiosos. También trabó amistad con Beatriz de Silva (1424-1491), a la que luego ayudaría en la fundación de la Orden de la Inmaculada Concepción y a la que donó los palacios de Galiana en la ciudad de Toledo. Otros personajes importantes en este momento y en general en su vida fueron, en el ámbito toledano, Gutierre de Cárdenas, su esposa Teresa Enríquez y Gonzalo Chacón.
En 1461, Isabel y su hermano Alfonso son trasladados a Segovia, lugar donde se emplazaba la Corte, por estar cercano el nacimiento de la hija de los reyes, doña Juana de Castilla. Pronto los enemigos del rey la apodaron Juana «la Beltraneja», propagando el rumor de que el padre era Beltrán de la Cueva.
Una parte de los nobles se enfrentaron al rey Enrique, formaron un bando alrededor de su hermanastro Alfonso, de solo 12 años, y llegaron a deponer a Enrique en la «farsa de Ávila». Isabel permaneció al lado de Alfonso durante este tiempo. Sin embargo, en 1468, Alfonso murió en Cardeñosa, quizás envenenado.
A pesar de las presiones de los nobles, Isabel rechazó proclamarse reina mientras Enrique IV estuviera vivo. Por el contrario, consiguió que su hermanastro le otorgase el título de Princesa de Asturias, en una discutida ceremonia que tuvo lugar en los Toros de Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la Concordia de Guisando. Isabel se constituyó así como heredera a la corona, por delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo, a quien parte de la nobleza no consideraba legitimada para ocupar el trono por las dudas que había sobre su paternidad. A partir de este momento, Isabel pasa a residir en Ocaña, villa perteneciente a don Juan Pacheco, marqués de Villena. El rey inicia contactos diplomáticos con otras casas reales para lograr un acuerdo matrimonial que le reporte beneficios.
Acuerdos matrimoniales[editar]
Ya desde los tres años, Isabel había estado comprometida con Fernando, hijo de Juan II de Aragón.
Sin embargo, Enrique IV rompió este acuerdo, seis años más tarde, para comprometerla con Carlos, príncipe de Viana. El matrimonio no llegó a consolidarse, por la férrea oposición de Juan II de Aragón. También fueron infructuosos los intentos de Enrique IV por desposarla con el rey Alfonso V de Portugal, primo en segundo grado de Isabel y casi 20 años mayor que ella. En 1464, logró reunirlos en el Monasterio de Guadalupe, pero ella le rechazó, alegando la diferencia de edad entre ambos.
Más tarde, cuando contaba 16 años, Isabel fue comprometida con don Pedro Girón, de 43 años, Maestre de Calatrava y hermano de don Juan Pacheco; pero Girón murió por causas desconocidas mientras realizaba el trayecto para encontrarse con su prometida.
El 18 de septiembre de 1468, Isabel fue proclamada Princesa de Asturias por medio de la Concordia de los Toros de Guisando, revocando Enrique IV de este modo el anterior nombramiento de su hija Juana. Tras la ceremonia, Isabel pasó a vivir en Ocaña, en contacto estrecho con la Corte. Enrique IV convino de nuevo el enlace entre Isabel y el rey Alfonso V de Portugal, ya que en el Tratado de los Toros de Guisando se había acordado que el matrimonio de Isabel debía celebrarse con la aprobación del monarca castellano. La propuesta entrañaba también el proyecto de casar a su hija Juana con el príncipe heredero Juan, hijo de Alfonso V de Portugal. De esta manera, Isabel sería trasladada al reino vecino y, a la muerte de su esposo, los tronos de Portugal y de Castilla pasarían a Juan II de Portugal y su esposa, Juana. Isabel se negó.
Tras esto, el rey trató de que se desposara con el duque de Guyena, hermano de Luis XI de Francia; de nuevo Isabel se negó. El monarca francés pidió entonces la mano de Juana para su hermano, el duque de Guyena; Luis XI quería alejar al duque de su entorno por suponer una amenaza para él. Los esponsales se realizaron en Medina del Campo (1470), pero el duque murió en 1472 de tuberculosis,[cita requerida] antes de conocer a la novia.
Mientras tanto, Juan II de Aragón trató de negociar en secreto con Isabel la boda con su hijo Fernando. Isabel y sus consejeros consideraron que era el mejor candidato para esposo, pero había un impedimento legal, ya que eran primos segundos (sus abuelos, Fernando de Antequera y Enrique III, eran hermanos). Necesitaban, por tanto, una bula papal que les exonerara de la consanguinidad. El Papa, sin embargo, no llegó a firmar este documento, temeroso de las posibles consecuencias negativas que ese acto podría traerle al atraerse la enemistad de los reinos de Castilla, Portugal y Francia, todos ellos involucrados en negociaciones para desposar a la princesa Isabel con otro pretendiente.
Personas del entorno de Isabel falsificaron una supuesta bula emitida en junio de 1464 por el anterior Papa, Pío II, a favor de Fernando, en la que se le permitía contraer matrimonio con cualquier princesa con la que le uniera un lazo de consanguinidad de hasta tercer grado. Isabel aceptó y se firmaron las capitulaciones matrimoniales de Cervera, el 5 de marzo de 1469. Para los esponsales y ante el temor de que Enrique IV abortara sus planes, en mayo de 1469 y con la excusa de visitar la tumba de su hermano Alfonso, que reposaba en Ávila, Isabel escapó de Ocaña, donde era custodiada estrechamente por don Juan Pacheco. Por su parte, Fernando atravesó Castilla en secreto, disfrazado de mozo de mula de unos comerciantes.12 Finalmente, el 19 de octubre de 1469 contrajeron matrimonio en el Palacio de los Vivero de Valladolid.
El matrimonio costó a Isabel el enfrentamiento con su hermanastro el rey. En 1471 el papa Sixto IV envió al cardenal Rodrigo de Borja a España como legado papal para arreglar diversos asuntos políticos en la península, entre ellos este enlace. Con él trajo la Bula de Simancas, que dispensaba de consanguinidad a los príncipes Isabel y Fernando.c Borja negoció con ellos: les daría la bula a cambio de que ellos le concedieran la ciudad de Gandía a su hijo Pedro Luis. Isabel y Fernando cumplirían su parte del trato en 1485.13
Biografía[editar]
Primeros años de vida[editar]
Hijo de Juan II el Grande y de su segunda esposa Juana Enríquez, nació por deseo de su madre en territorio aragonés, ya que ella se encontraba en Navarra el 26 de octubre de 1459 (en las disputas de sucesión entre su hijastro Carlos y su esposo Juan II) y se desplazó hasta el caserón de la familia Sada, en la villa de Sos, junto a la frontera.
Con solo seis años de edad recibió de su padre Juan II el título de duque de Montblanc y conde de Ribagorza con el señorío de la ciudad de Balaguer, el 25 de julio de 1458.12
Heredero de la Corona de Aragón y matrimonio con Isabel de Castilla[editar]
Reconocido heredero de la corona aragonesa a la muerte de su medio hermano, Carlos, príncipe de Viana (1461), fue coronado como Rey heredero de Aragón en Calatayud; fue nombrado lugarteniente general de Cataluña (1462) y, en 1468, rey de Sicilia. Durante la guerra civil catalana (1462-1472), en la que tomó parte activa, se familiarizó con la administración del estado a instancias de su padre.
Al morir su primo, el infante Alfonso de Castilla (1468), y ser reconocida por la mayor parte de la nobleza la infanta Isabel, su prima segunda y medio hermana de Enrique IV de Castilla, como heredera de Castilla, su padre Juan II puso su empeño en conseguir el matrimonio de Fernando con la princesa castellana que se produjo en octubre de 1469 en el Palacio de los Vivero de Valladolid. Sin embargo, a la muerte de Enrique IV (1474) empezó una guerra civil entre los partidarios de Isabel y los de la hija de Enrique, Juana de Trastámara, apodada la Beltraneja, apoyada por el rey de Portugal, Alfonso V el Africano, que pretendía casarse con ella, uniendo las coronas de Castilla y Portugal. En este contexto de duplicidad monárquica, Fernando de Aragón será ordenado caballero de la Orden del Toisón de Oro por el duque Carlos el Temerario en 1473, celebrándose la ceremonia de investidura el 24 de mayo de 1474 en la iglesia de Santa María de la Asunción de Dueñas (Palencia) por el señor de Bièvres (Bélgica), Jean de Rubempré.
Fernando, tras arduas discusiones con la recelosa nobleza castellana, consiguió ser proclamado corregente de Castilla con los mismos derechos que Isabel mediante la Concordia de Segovia (1475). Fernando participó activamente en la dirección militar de esta guerra, a cuyo resultado contribuyó de una manera definitiva, sobre todo en la indecisa batalla de Toro (1476),13 14convertida en victoria estratégica por el genio político de Fernando, y en la sumisión de ciudades rebeldes. De 1476 a 1477 fue administrador de la Orden de Santiago.
Rey de Aragón y Castilla[editar]
La guerra terminó con la derrota de Juana. Por el Tratado de Alcáçovas (1479), Juana renunció al trono en favor de Isabel y se recluyó en un convento de Coímbra, convirtiéndose Isabel I en reina indiscutida de Castilla. Ese mismo año, (20 de enero de 1479) Fernando sucedió a su padre como rey de Aragón. Pero fue en el año 1475 cuando puede fijarse la unión de ambas coronas según los términos de la Concordia de Segovia (corroborada más tarde en el Concordia de Calatayud del año 1481) por los cuales Fernando fue nombrado rey de Castilla como Fernando V, reinando junto con su mujer la reina Isabel I, uniendo así ambas coronas. Y aún más importante serán las Cortes de Toledo de 1480, donde en su ley 111 se dice: "Pues por la gracia de Dios los nuestros Reynos de Castilla y de León y de Aragón son unidos, y tenemos esperanza que por su piedad de aquí en adelante estarán unidos, y permanecerán en una corona Real: E así es razón que todos los naturales de ellos traten y comuniquen en sus tratos y facimientos".
Sin embargo, la reina Isabel I de Castilla no pudo ser nombrada de iure reina de Aragón, ya que al existir un varón legítimo (su esposo), ese sería el rey y por tanto Isabel sería reina consorte. Es antihistórico hablar de una ley sálica como la francesa en la Corona de Aragón, absolutamente inexistente en Código legal alguno en cualesquiera de los territorios de la Corona. El sistema de nombramiento era consuetudinario, entronando al varón legítimo de mayor edad, y el documento esencial era el testamento del rey. En cambio existía el llamado "ius uxoris" o "jure uxoris" por el cual el varón consorte de la reina se convertía en rey por el imprescindible hecho del mando militar. Tampoco existió ley sálica en Castilla y León, como lo prueban Urraca y Berenguela.
Tras dictar las primeras medidas de ordenamiento interno de sus reinos (a partir de 1480 extendió la figura del corregidor; en 1481 se crea la Inquisición en Castilla; se sanciona a los nobles rebeldes y se reorganiza la hacienda real), los reyes emprendieron en 1481 la conquista del Reino nazarí de Granada. A través de las dificultades de esta guerra (1481 - 1492), fundamentalmente de asedio, el rey Fernando fue revelando sus dotes diplomáticas y militares. La guerra terminó con la capitulación de Granada el 2 de enero de 1492. La conquista del último reducto musulmán en la península otorgó a los reyes un prestigio que ayudó a consolidar la autoridad real. En los reinos de la Corona de Aragón, Fernando no modificó el sistema político tradicional (que dificultaba la concentración de poder en manos del rey), y puso fin en sus Estados al problema de los remensas catalanes mediante la abolición de los malos usos y la consolidación de los contratos de enfiteusis (sentencia arbitral de Guadalupe, 1486). Introdujo en Castilla las instituciones aragonesas de los consulados (como el Consulado del Mar, de Burgos) y los gremios, favoreciendo de este modo el desarrollo económico castellano, especialmente el comercio de la lana.
En el aspecto religioso, creó la Inquisición Española en 1478 (no directamente heredera de la que existió en la Corona de Aragón desde 1249), decretó la expulsión de los judíos el 3 de marzo de 1492 (salvo bautismo) y la Pragmática de 14 de febrero de 1502 que ordenaba la conversión o expulsión de todos los musulmanes del reino de Granada. Esta Pragmática supuso un quebrantamiento de los compromisos firmados por los Reyes Católicos con el rey Boabdil en las Capitulaciones para la entrega de Granada, en las que los vencedores garantizaban a los musulmanes granadinos la preservación de su lengua, religión y costumbres.
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