lunes, 27 de febrero de 2017

Aitor Al andalus

                   Historia de al-Ándalus



Alcance de la península ibérica hacia el año 718.
En el siglo VII, los musulmanes habían comenzado una rápida conquista en la que ocuparon Oriente Medio y el norte de África, llegando a la Península Ibérica a principios del siglo siguiente, en el marco del último proceso expansionista del Califato Omeya de Damasco.
A principios del siglo VIII el reino visigodo se encontraba sumido en una de sus constantes luchas internas, la toma del poder del último rey visigodo Rodrigo provocó que sus rivales llamasen al líder musulmán Táriq Ibn Ziyad que inició la conquista de la España peninsular por Gibraltar.


Formación del estado andalusí (711-756)[editar]


Invasión de la Península Ibérica por los ejércitos musulmanes.
En el año 711 tropas del Califato Omeya, compuestas por árabes y bereberes, cruzaron el estrecho de Gibraltar dirigidos por Tariq, lugarteniente del gobernador del Norte de África, Musa ibn Nusayr. En principio Tariq se atrincheró en el peñón que recibiría después su nombre Chabal Tariq, (Gibraltar), a la espera de la llegada del grueso de sus tropas. Sólo entonces inició su ofensiva con la toma de Carteya (Cádiz), después de lo cual se dirigió al oeste e instaló su base de operaciones en Al-Yazirat Al-Hadra, (en árabeالجزيرة الخضراء) lo que hoy es Algeciras.
En ese mismo año Tariq vence a los visigodos en la trascendental batalla de Guadalete, y tras dar remate a lo que quedaba del ejército rival en Écija emprende una rápida conquista, primero en dirección a Toletum (Toledo), y posteriormente hacia Caesar Augusta (Zaragoza). Hacia el 718 la Península Ibérica, salvo las zonas montañosas del norte habitadas por VasconesCántabros y Astures, estaba en manos del Califato Omeya.
Desde 716 la Península fue dirigida desde QurtubaCórdoba, por un gobernador (wali) nombrado por el califa de Damasco. Los primeros gobernadores aparte de organizar el estado islámico y asentar a inmigrantes árabes, sirios y sobre todo bereberes, llevaron a cabo expediciones contra el reino franco hasta que después de la batalla de Poitiers en el 732, los francos emprendieron diversas campañas que expulsaron a los musulmanes de las tierras situadas al norte de los Pirineos hacia el 759.
En el territorio de al-Ándalus, los musulmanes respetaron a la población cristiana y judía, por pertenecer a una de las religiones abrahámicas, que los dotaba de un estatus determinado. Este establecía que, aunque no formaran parte de la umma, comunidad islámica, quedarían protegidos, tendrían sus jueces y conservarían sus ritos. Estas circunstancias motivaron una política de pactos de capitulación donde muchos aristócratas visigodos pudieron conservar propiedades e incluso cierto grado de poder mediante nuevas fórmulas, como es el caso de Teodomiro (en árabeتدمير Tūdmir), gobernador de la provincia Provincia Carthaginense, que tras un acuerdo gobernó a título de rey un territorio cristiano visigodo autónomo dentro de al-Ándalus, denominado kora de Tudmir.
Este hecho, unido a que una parte de la población, cristianos unitarios y hebreos sobre todo, vieran con buenos ojos el nuevo poder musulmán que los libraba de la dura opresión que los visigodos habían ejercido contra ellos, podría explicar la rapidez de la conquista musulmana.

Dinar omeya de 716-717.
La composición social de al-Ándalus fue muy compleja y varió a lo largo de su historia; por un lado se encuentran los que pertenecían a la comunidad islámica, Umma, que se dividían en libres y esclavos y étnicamente en árabessiriosbereberesmuladíes (cristianos conversos al Islam y sus descendientes) saqalibas (de origen eslavo y que podían ser esclavos o libres), y también esclavos provenientes de África, aunque estos nunca llegaron a constituirse como un grupo social diferenciado. Entre los que no pertenecían a la Umma estaban los judíos y los mozárabes (cristianos de al-Ándalus).

Emirato de Córdoba (756-929)[editar]

En 756 Abd al-Rahman huye a la Península Ibérica y consigue que ésta se separe del poder de Bagdad, haciendo que Córdoba se convirtiera en un emirato independiente. En la segunda mitad del siglo IX se erige la alcazaba de Majerit como defensa de Toledo.
La creación de los reinos de Asturias y de Pamplona, y de diversos condados en la zona pirenaica por parte de los francos, a finales del siglo VIII y primeros años del IX representó la primera reducción del territorio de al-ndalus. Hasta el siglo XI, las fronteras entre al-Ándalus y los estados cristianos del norte experimentaron pocas variaciones aunque la lucha entre ellos fue frecuente.
El estado andalusí estaba dirigido por visires (ministros) bajo la dirección del hagib el de más rango de ellos. También se formó un ejército profesional compuesto por mercenarios.

Califato de Córdoba[editar]


Interior de la Mezquita de Córdoba.
A comienzos del año 929 (final del año 316 de la hégira), el emir Abd al-Rahman III proclama el califato de Córdoba, y se nombra a sí mismo Emir al-Muminin (príncipe de los creyentes), lo cual le otorga, además del poder terrenal, el poder espiritual sobre la umma (comunidad de creyentes), de este modo se convirtió en el primer califa independiente de la Península. Por otra parte, la naturaleza misma del poder dinástico cambió a causa de este acontecimiento, y el alcance histórico, reconocimiento y adhesión del pueblo a los califas de al-Ándalus fue inmenso.
Este importante acontecimiento histórico encuentra sus fundamentos en la victoria definitiva que el poder cordobés había logrado unos meses antes sobre la interminable revuelta de Omar Ben Hafsún con la toma de Bobastro en enero del 928. Así mismo, se logró el restablecimiento de la autoridad del poder central de Córdoba sobre la mayor parte del territorio y la rendición de las últimas disidencias como la de Badajoz y de Toledo.
Dentro del contexto general del mundo musulmán en los primeros decenios del siglo X, hay otra causa del acontecimiento que es la creación del califato fatimí proclamado en 910 en Qairawan, norte de África, opuesto al abbassí; sin duda ésta fue una justificación implícita de la instauración del título califal en al-Ándalus.
La relación con los reinos vecinos fue tensa; por una parte se encontraba el califato fatimí en las fronteras cordobesas del norte de África; en el año 931, las tropas andalusíes entraron en Ceuta, donde se levantaron fortificaciones importantes. Desde entonces se establecieron tanto en Ceuta como en Melilla guarniciones andalusíes con carácter permanente. El califato omeya desplegó grandes esfuerzos para contener lo mejor posible el avance fatimí, siguiendo en su política de alianzas con las tribus Magrawa-Zanata del Magreb occidental, hostiles a los Sanhaya del centro que sostenían el poder fatimí.
Por el norte se encontraban los reinos cristianos que seguían con sus incursiones en territorio andalusí aprovechando cualquier debilidad del emirato cordobés. En el 932Ramiro II atacó Madrid y derrotó a un ejército musulmán en Osma en el 933. Aliándose con el poderoso gobernador tuyibí de Zaragoza. Abd al-Rahman III intentó restablecer la situación del lado cristiano organizando una campaña contra el reino de León para restablecer la supremacía musulmana sobre la frontera del Duero. Abd-el-Rahman no alcanzó su objetivo y sufrió una derrota en la batalla de Simancas, seguida de otra en el barranco de Alhándega, aunque estas derrotas no tuvieron, de hecho, graves consecuencias territoriales porque igualmente se consiguieron otras victorias de importancia, los problemas internos paralizaron León y porque el poder cordobés, con su tenacidad, logró mantener una presión lo suficientemente fuerte sobre la frontera, y desplegó un gran esfuerzo para protegerla, edificando nuevas defensas y fortificando las ya existentes.
Abd al-Rahman III mandó edificar en el año 936 la ciudad palatina de Medina Azahara donde se trasladó con su gobierno y la corte.
Cuando llega al poder Al-Hakam II el Califato cordobés se encuentra consolidado tanto en el norte de la Península, con los reinos cristianos bajo vasallaje, como en el Magreb occidental, controlado por el Califato cordobés, bien mediante sus propias tropas, bien por medio de tribus aliadas o sometidas.
A su muerte, Al-Hakam II dejó el trono cordobés a un muchacho de once años sin ninguna experiencia política llamado Hisham, este joven califa contaba con el apoyo de su madre la concubina Subh de Navarra y el ministro Al-Musafi, además de la de un hombre llamado Abi Amir Muhammad, futuro al-Mansur (Almanzor para los cristianos), que mediante intrigas y movimientos políticos va ascendiendo en el poder hasta hacerse con el poder absoluto. Al-Mansur puso en marcha un programa de reformas en la administración civil y militar y supo atraerse a las clases populares con una política de intensa actividad militar contra los cristianos del norte.
Al-Mansur inició una serie de campañas o algaradas que se adentraron en territorio cristiano, llegando hasta Santiago, Pamplona, etc. Esta política provocó que los reinos cristianos crearán una coalición contra al-Ándalus.

Taifas e imperios[editar]

Las taifas (palabra que en árabe significa "bando" o "facción") fueron hasta treinta y nueve pequeños reinos en que se dividió el califato de Córdoba después del derrocamiento del califa Hisham III (de la dinastía omeya) y la abolición del califato en 1031, como consecuencia de la guerra civil.
Finalmente en 1031, se produce la separación del califato en reinos de Taifas.
Entre los años 718 y 1230 se forman los principales núcleos cristianos en la península en los reinos de CastillaPortugalNavarra y la Corona de Aragón.
En el siglo XIII, se produce un gran avance cristiano gracias a la victoria en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) que provoca que el poderoso imperio almohade entre en decadencia, aprovechando las monarquías cristianas para conquistar grandes territorios y arrasar las principales ciudades.

Reino nazarí de Granada[editar]

Queda sólo el Reino nazarí de Granada como último reducto musulmán en la Península, mientras la corona de Aragón inicia una política de expansión por el Mediterráneo y se confirma la unión de Castilla con León.
La Reconquista finaliza en 1492 con la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos que lo anexionan a la Corona de Castilla. En este mismo año se produce la expulsión de los judíos y el descubrimiento de América, en nombre de Castilla, por Cristóbal Colón.

La organización territorial de al-Ándalus


Tras la conquista musulmana de la península ibérica en 711 la conocida como al-Ándalus pasó por varias etapas. Primero se integró en la provincia norteafricana del Califato Omeya. Más tarde se convertiría en el Emirato de Córdoba y después, con Abd al-Rahman III, en el Califato de Córdoba.
Sobre la organización territorial de al-Ándalus desde su conquista hasta Abd al-Rahman III, las fuentes escritas no dejan muy claro si perduró la antigua distribución territorial hispano-visigoda o sólo subsistió su estructura administrativa.






Los yund-s (distritos militares) son una de las primeras referencias que tenemos de la distribución territorial andalusí. Se pueden diferenciar hasta seis yund-s diferentes en Andalucía: el yund ubicado en Ilbira (Granada), el de Ixbilia (Sevilla), el de Yayyan (Jaén), el de Rayya (Málaga), el de Siduna (Medina Sidonia) y el de Tudmir (Murcia) y el Algarve.
Desde Abd al-Rahman I, cuando comenzó verdaderamente a organizarse el territorio, al-Ándalus quedó distribuida en dos grandes unidades geográficas. Una era la kura, la división administrativa básica. Su término geográfico podía coincidir con las antiguas diócesis o condados visigodos. Cada kura podía fragmentarse en aqalim (distritos), centralizados en los husûn, que se subdividían en ayza (partidos)




Otra unidad territorial era el tagr, una marca fronteriza con los Reinos cristianos del norte. Se pudieron diferenciar al menos tres tugur en época califal: al-tagr al-aqsa (frontera Superior o Marca de Zaragoza), al-tagr al-wasta (frontera Media o Marca de Toledo) y al-tagr. Al frente de las taifas se colocaba a un jefe militar, que gozaba de poder e independencia, lo que supuso en algunas ocasiones que estos gobernadores llegasen a oponer resistencia al gobierno central e incluso en llegasen a declararse independientes.






Con la disolución del Califato de Córdoba en 1031, el territorio se dividió en los primeros reinos de taifas, período al que sucedió la efímera etapa de los almorávides, los segundos reinos de taifas, la etapa de los almohades y los terceros reinos de taifas.
Más tarde, según el poder del Emirato de Córdoba iba decayendo, las coras se independizaron, creándose los reinos de taifas.






Con la llegada y ocupación de los almorávides, según el geógrafo hispanomusulmán al-Idrisi, se mantuvo la división territorial en kuwar y se respetaron sus funciones político-administrativas. Con los almohades, se trasladó la capital a Sevilla y, según el geógrafo Ibn Said al-Maghribi, se dividió el territorio en los reinos de Córdoba, Sevilla, Málaga, Jaén, Granada y Almería. También reordenaron y fortificaron el territorio para defenderse de la amenaza cristiana





Por último, según Ibn al-Jatib, el reino nazarí de Granada ocupó los territorios de las antiguas Kuwar de Elvira (Granada), Rayya (Málaga) y Pechina (Almería), y se estructuró en 33 aqalim centralizados en algún núcleo de población relevante. Sin embargo, en algunas zonas, como en la Alpujarra, se produjeron estructuras territoriales propias como la taha, que era un distrito administrativo que se mantuvo hasta la época cristiana.
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LA MEDICINA EN AL-ÁNDALUS

Continuando con nuestra idea de repasar los valores y la herencia que el pueblo andalusí dejó en la Península Ibérica, hoy hacemos un  breve recorrido por el papel de la medicina en Al-Ándalus. Al igual que en otros ámbitos científicos, el pueblo andalusí destacó en el desarrollo de la medicina, la farmacología y la cirugía, hasta entonces menospreciada como conocimiento científico.

El origen de la medicina árabe se remonta al Imperio de Bizancio, cuando los cristianos nestorianos  fueron expulsados de estos dominios y se establecieron en Persia. Allí, fundaron una escuela de medicina en la ciudad de Gondsihapur.  De esta manera se convirtieron  en el nexo de conocimiento medicinal entre la cultura griega y la oriental. Especialmente gracias a la traducción de la producción clásica griega, primero al latín y después al árabe. Sin embargo, no se limitaron al estudio de las obras clásicas sino que fueron muy prolíficos en literatura médica propia, con la producción de compendios médicos que trataban los temas más diversos, desde oftalmología, hasta obstetricia o cirugía e incluso parasitología. Se convirtieron en los primeros en convertir la medicina más tradicional, que tenía más de arte que de ciencia, en medicina científica y clínica.
“La estructura de los hospitales en el Al-Ándalus califal”
El ejercicio médico se encontraba estratificado en una serie de rangos según la experiencia y tarea que desempeñaba el personal de los primeros hospitales, que dependían del califa. El grado más alto era el del hakim, maestro o sabio, que contaba con formación académica, se correspondería a los actuales médicos. Por debajo de éste, se encontraba el tabib o rabám, que sería un aprendiz de médico, semejante a los actuales médicos interinos. Por debajo de estos estarían los mutatabid, practicantes sin formación académica, que podríamos comparar a los actuales enfermeros y auxiliares. Finalmente, fuera de la escala clínica estaba el mudawi o curandero, que ejercía la medicina del Profeta (tradicional) en las áreas rurales y entre las clases pobres.
“El aprendizaje de la medicina en Al-Ándalus”
En cuanto al aprendizaje de la medicina, había tres sistemas de enseñanza: enseñanza personal privada, la escuela pública y la escuela privada.
La enseñanza personal privada consistía en una relación diaria de profesor y alumno, en la que éstos incluso podían llegar a compartir vivienda. La enseñanza que el futuro médico recibía de su maestro era teórica y práctica, cuando el maestro consideraba que el alumno podía trabajar de manera independiente se le otorgaba una licencia, llamada iyaza ,que lo cualificaban para ejercer y enseñar la medicina.
La enseñanza que partía de las escuelas, mucho más programada y cuadriculada, se desarrolló en las principales ciudades de Al-Ándalus de la época. Fue tal su desarrollo que dio lugar a las primeras madrasas o centros de estudios superiores.
Con la llegada de las madrasas, y una grave negligencia que costó la vida a un importante miembro de la realeza califal, apareció la exigencia de realizar una prueba o examen, que podríamos semejar a los actuales exámenes MIR (Médicos Internos Residentes). De hecho  en algunos casos, para constatar la preparación y habilidad del médico,  se requería un testimonio de personas que hubiesen sido pacientes del aspirante. Todavía hoy se conserva  una iyaza expedida en el Albayzín.
Estas pinceladas de la historia de la medicina en Al Ándalus reflejan escuetamente una herencia prolija y singular, que sentaron las bases de la medicina actual. Si os interesa esta área de nuestro legado y queréis profundizar en el gran desarrollo de la medicina en Al-Ándalus os recomendamos un blog (España y su Historia) muy interesante, especializado en la divulgación de la historia en Al-Andalus.

                                     
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Economía y Sociedad de al-Andalus

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Al-Andalus se insertó plenamente en el mundo económico del islam. Ello supuso que la economía de la España musulmana, a diferencia de lo que sucedía en los territorios cristianos del norte, fuera de un gran dinamismo. En dicha economía sobresalía, como rasgo más significativo, el trascendental papel que desempeñaban las ciudades, centros tanto de actividades artesanales como mercantiles. Al fin y al cabo, según lo puso de manifiesto, el historiador francés Máxime Rodinson, «tanto el Corán como la tradición consideran favorablemente la actividad económica, la búsqueda de ganancia, el comercio y por ende la producción para el mercado».

Agricultura

De todos modos era también de vital importancia la agricultura. A ello contribuían las condiciones climáticas de al-Anda-lus, lo que explica, según lo señaló el cronista al-Razi, que se recogieran frutos durante todo el año. De cualquier forma las zonas más fértiles se localizaban en los valles fluviales, en particular en el del Guadalquivir. No hay que olvidar, por otra parte, que la mayor parte de la población de al-Andalus (quizá un 75 por 100) se dedicaba a tareas agrícolas. Ciertamente, los principales cultivos de la España musulmana eran los cereales (en particular, el trigo y la cebada, pero también el centeno, el mijo o la avena), la vid (pese a la prohibición coránica del consumo del vino) y el olivo, es decir, los tradicionales de épocas anteriores. No es menos cierto que, en el terreno de los métodos y de los instrumentos de cultivo, seguía en pie la herencia romana, visible en la yunta de bueyes y la rotación bienal. Pero los árabes introdujeron importantes novedades, impulsando notablemente el regadío, sobre todo a base de la noria. Al mismo tiempo conoció una gran expansión la arboricultura, lo que explica el uso de la expresión «revolución verde» que se ha atribuido a al-Andalus. Pero quizá una de las novedades más significativas fue el desarrollo de cultivos como el arroz, los agrios, la caña de azúcar, la palmera, el algodón, la berenjena o el azafrán. Es preciso señalar, asimismo, el auge alcanzado por las plantas aromáticas y medicinales, así como la proliferación de las huertas y los vergeles. También adquirió gran importancia en al-Andalus la sericultura.
Agricultura en al-Andalus

Ganadería 


Desde el punto de vista de la ganadería los animales que más abundaban en al-Andalus eran la oveja y la cabra, sin olvidar a los caballos, imprescindibles para la guerra, y a las mulas, utilizadas para el acarreo de productos. En cambio retrocedió el cerdo, debido a motivos religiosos. Actividades relacionadas con la ganadería eran la caza y la pesca.

Minería

También fue una actividad de gran empuje la minería, destacando, como principales productos extraídos, el hierro, el plomo, el cinabrio, el cobre y el estaño. También se interesaron los árabes por el oro, que se obtenía del lavado de diversos cursos fluviales, como el Segre, el Tajo, el Genil o el Darro, y las piedras preciosas. Otros recursos naturales por los que mostraron un vivo interés los habitantes de al-Andalus fueron la madera, procedente ante todo de encinas, castaños y pinos, la sal, el mármol o la piedra de construcción.
dinar al-andalus
Moneda del al-Andalus: Dinar

La ciudad como centro de vida económica

Pero el centro de la vida económica de al-Andalus eran las ciudades. Muchas de ellas tenían raíces romanas, aunque hubo algunas de nueva creación, entre las que cabe mencionar a Almería, Madrid o Calatayud. Sin duda, la ciudad más próspera de al-An-dalus desde el siglo VIII al X fue Córdoba. La monja alemana Hroswitha la denominó «ornamento del mundo». Por de pronto, Córdoba era la ciudad más poblada de todo el Occidente, tanto musulmán como cristiano. Se calcula que, en el siglo X, tenía una población próxima a los 100.000 habitantes. Córdoba era, ante todo, el centro del poder musulmán de Hispania, pues allí residieron sus emires, primero, y sus califas, después, así como sus principales colaboradores en las tareas de gobierno. Córdoba contaba con un gran número de arrabales, pero el centro vital de la ciudad era, por supuesto, la medina. En ella se hallaban, como elementos básicos de la urbe, el alcázar, la mezquita mayor y el zoco. Pero aparte de las actividades artesanales y mercantiles que se localizaban en Córdoba, también se desarrollaban tertulias literarias y actividades lúdicas, como carreras de caballos y peleas de animales. Destacaban, por otra parte, algunos mercados especializados, como el de esclavos y el de libros. Pero Córdoba era asimismo una ciudad abierta, en la que convivían gentes de tres religiones, pues al lado de las mezquitas musulmanas había iglesias cristianas y sinagogas judías. En los alrededores de la urbe cordobesa había numerosas almunias, es decir, explotaciones agrarias con sus casas de campo.

Artesanía

El primer renglón de la producción artesanal de al-Andalus fue el del textil. En primera fila se encontraba el tiraz cordobés, nombre que se aplicaba a las manufacturas textiles controladas por el poder público. Como productos principales cabe señalar los tejidos de seda, de los cuales los más conocidos eran los brocados cordobeses, o los tejidos de lino, que se fabricaban en Zaragoza. Pero no fueron menos importantes actividades como el trabajo de las pieles y los cueros, la producción de vidrio, la fabricación de papel (localizada básicamente en Játiva), los objetos cerámicos, las armas (se fabricaban sobre todo en Córdoba, Málaga y Toledo) o el trabajo del oro, la plata, el marfil y las piedras preciosas.

El Comercio

El comercio era una actividad bien vista en el mundo islámico. El desarrollo de la actividad mercantil en al-Andalus contaba con la existencia de dos tipos de moneda: una de oro, el dinar, y otra de plata, el dirhem . En las ciudades el comercio se realizaba en el zoco, constituido por un laberinto de callejuelas, cada una de las cuales solía tener tiendas de un determinado producto. Dentro del zoco se hallaban las alcaicerías, zonas protegidas en donde se vendían los objetos de mayor calidad. También había alhóndigas, que servían para el almacenamiento de mercancías, así como para el alojamiento de los mercaderes. La actividad del zoco era inspeccionada por el almotacén, que se encargaba del estricto cumplimiento de la ley. Pero al-Andalus mantuvo, asimismo, un floreciente comercio exterior, ante todo con los restantes países islámicos, aunque también con la Europa cristiana. Al-Andalus importaba de África oro sudanés y esclavos negros, y del Próximo Oriente, especias y productos de lujo. Por lo que se refiere al comercio con el mundo cristiano, al-Andalus exportaba productos agrícolas, determinados minerales y tejidos, recibiendo, a cambio, pieles y metales, e inclus armas
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Rutas comerciale de al-Andalus

Población

La población de al-Andalus era muy heterogénea. La mayoría eran musulmanes, ya fueran los árabes y beréberes invasores o los muladíes, es decir, los habitantes de la España visigoda que aceptaron la religión islamita. Los musulmanes entregaban como limosna un diezmo de sus bienes muebles, el zacatLos árabes, aunque minoritarios, fueron, sin duda, el sector dominante de al-Andalus, tanto desde el punto de vista político como económico. Los beréberes, que se arabizaron en el terreno lingüístico y cultural y que eran bastante más numerosos, ocuparon, en general, posiciones inferiores. Los invasores introdujeron en España sus estructuras sociales, de las que hay que destacar rasgos tan significativos como la fuerte cohesión tribal y la práctica de la endogamia. Por lo que se refiere a los hispanovisigodos que se convirtieron al islam, su número fue creciendo con el tiempo, llegando a alcanzar hacia el año 1000 cerca de un 75 por 100 de toda su población. También formaban parte del grupo musulmán los negros procedentes del Sudán, así como los esclavos originarios de la Europa oriental, los llamados saqaliba, los cuales lograron gran predicamento en tiempos de Abderramán III.
Fuera de los islamitas había en al-Andalus dimníes, es decir, tributarios, término que se utilizaba tanto para referirse a los mozárabes, esto es, los cristianos, como a los judíos. Su situación fiscal era mucho más dura que para los musulmanes, pues estaban obligados a abonar un tributo personal, la yizya, y otro territorial, el jarach. No hay que olvidar, por lo demás, la importancia que tuvo la esclavitud en al-Andalus. Su origen era muy diverso: desde prisioneros procedentes de los ejércitos cristianos o de las acciones piráticas desarrolladas en el Mediterráneo hasta negros de África o eslavos de la Europa oriental.

Jerarquía Social en el al-Andalus

Desde la perspectiva social estrictamente había en al-Andalus un agudo contraste entre la jassa, término que aludía a la aristocracia, en la cual coincidían la pertenencia a linajes brillantes, la posesión de grandes extensiones de tierra y su intervención en tareas políticas de alto rango, y la amma, es decir, los sectores populares, tanto rurales como urbanos. La jassa la integraban, básicamente, los linajes árabes dominantes. El famoso «motín del Arrabal», que tuvo lugar en Córdoba a comienzos del siglo IX, fue protagonizado por gentes pertenecientes al ámbito de la amma.


A finales del siglo VIII, la mayoría de la población, descendiente de los hispanorromanos y de los visigodos, se había convertido al Islam, recibiendo el nombre de muladíes; solo en las ciudades quedó una parte de población que se mantuvo cristiana, los mozárabes, y que, en general, fue muy respetada. 

De esta forma, la población de Al-Andalus quedó comprendida por árabes, establecidos sobre todo en las ciudades; por beréberes, que en lo general conformaban núcleos campesinos en las zonas montañosas; por judíos y por pobladores autóctonos (iberos, suevos y visigodos), a los que hay que añadir los esclavos importados. 

Al-Andalus, supuso una civilización avanzada y culta. Forjó un nuevo tipo de sociedad urbana muy estructurada, al tiempo que revolucionó las tareas del campo, revitalizando la agricultura, aportando nuevos métodos de cultivo y un sinfín de especies foráneas. 

El núcleo urbano era la medina, de trazado apretado y denso, que, a su vez, se organizaba en dos zonas: la comercial y la vecinal. El zoco era un lugar de encuentro, en el que, en medio de un frenético deambular, se sucedían las más diversas transacciones, y también las más insospechadas intrigas. Los oficios y los puestos se extendían por áreas especializadas, en las que se podían hallar las más variadas mercancías. Desde especias y perfumes, hasta hortalizas y frutas, carne, tejidos, orfebrería y cerámica, frituras de pescado y tortas de harina



El alimento base del pueblo era el cereal, consumido de forma integral: trigo de una excelente calidad, cebada, sorgo, centeno... Les debemos la introducción de arroz (del árabe ar-ruzz) en occidente. Había un gran consumo de leguminosas: habas, garbanzos, lentejas, altramuces y determinadas variedades de habichuelas. Abundantes hortalizas, productos lácteos y frutos secos: como se ve, una alimentación frugal y equilibrada que sin duda contribuyó a la proverbial longevidad que caracterizaba a los andalusíes.

    De los numerosos productos introducidos o simplemente ya existentes en tiempos anteriores, pero aclimatados y cultivados a gran escala por los hispano-musulmanes, merece la pena destacar algunos.

Confitura de frutas: naranja y cerezas
    De entre las frutas y árboles frutales: el olivo, la palmera datilera, la platanera, el granado (procedente de Siria), el albaricoque (llamado al barquq), el membrillo, la cidra (Citrus medica, comúnmente llamado cidro), la naranja amarga (naranya), el limón (laymun), la sandía (al sandi).
Olivas y aceite son imprescindibles en la alimentación de Al Andalus

            De entre las hortalizas: la berenjena (al badinyana), las alcachofas (al jarsuf), las acelgas (al silka), los espárragos, las habas, las endibias (al hindab), los guisantes, las espinacas (al esfanaj), la calabaza, los puerros.

            De las especias, hierbas aromáticas y frutos comestibles: la canela, el azafrán (zafaran), el cardamomo, el anís (anysum), el jengibre, el cilantro, la alcaravea (comino de prado), la nuez moscada, el clavo, la pimiento, la mostaza, el espliego, el ajonjolí (sésamo), los altramuces (al turmus), los alfóncigos (pistachos), las chufas. También en otro orden, el azúcar de caña que revolucionará la alimentación en occidente y terminará desplazando a la miel como edulcorante.
Tienda de especias en un bazar

            Los animales con los que se alimentaban eran esencialmente el cordero (introdujeron en España la oveja merina), la cabra, la volatería y la caza, con la particularidad de que gustaban, al igual que sucede hoy, de asar, freír y guisar las diferentes vísceras del animal: riñones, hígado, criadillas, tripas. Este modo de aprovechar todas las partes del animal es sin duda una de las características de nuestra cocina popular, que nos distingue de las demás. El ganado porcino es prohibido por el Islam que considera el cerdo como bestia inmunda e impide su consumo bajo severas penas. La sura V, versículo 4 del Corán rige la alimentación de los mahometanos referida al consumo de carne:

 "Os están prohibidos para comer los animales muertos, la sangre, la carne del cerdo y todo animal que se haya sacrificado a otro dios, y todo animal ahogado, y que haya sido muerto de golpe, caída o herida de cuerno; y los que han sido presa de una fiera, con excepción de aquellos que, cogiéndolos aún vivos, los mataseis vosotros mismos, por una sangria; y los que fueren sacrificados a los ídolos o estatuas..."

            Algunas de las preparaciones que más denotan la influencia en nuestra cocina actual son: los platos a base de sémola, los fideos (al fidaws), los macarrones, como son la aletría de Murcia (al atriya); los guisos de arroz, tanto dulces como acompañados de carne o pescado; los guisos de volateríalos enmieladoslos escabeches (al sikbay), los hojaldres y empanadas, y las frituras: buñuelos, tejeringos, pestiños; los guisos a base de pescado y carne picada, y, lo más espectacular de todo: la repostería. En ella podemos destacar: el mazapán de Toledo, el alajú de Cuenca, el turrón de Alicante, los polvorones, los alfajores de Guadalajara, los dulces de membrillo y cabello de ángel, o el llamado pan de Alá (una clase de alfajor) de Murcia, por no citar más que unas pocas.

Empanadas y empanadillas son aportaciones maravillosas a nuestra gastronomía.
 
            La cocina era un espacio reducido que solía dar directamente al patio de las casas, sin otra clase de ventilación. Se trabajaba con pequeños hornillos de barro con carbón de encina. Cerca estaba la despensa cuyas provisiones se hallaban dispuestas en grandes horzas de barro cuidadosamente tapadas. Sólo el dueño de la casa tenía llave para abrir este aposento.

            La primera ocupación matinal de la cocinera consistía en amasar el pan que había de recoger el mozo de la tahona para llevárselo a cocer. Los panes se marcaban con un sello de madera, signo distintivo del dueño. Este mismo empleado traía luego el pan cocido, menos los trozos de masa que quedaban en pago del trabajo del panadero.

            La comida principal se hacía por la tarde, poco después de la puesta del sol. No se utilizaban tenerdores ni cuchillos, pero sí cucharas de madera labrada para tomar las papillas y servir las salsas que se presentaban en cuencos de loza.

            Los miembros de la familia no comían juntos. Primero lo hacía el dueño, el servicio se pasaba después a los hijos varones y por último a las mujeres e hijas. Sólo se bebía agua, a veces perfumada con esencia de rosas o azahar. Los frutos secos nunca solían faltar en su mesa, y también hacían gran consumo de frutas frescas de toda clase.

¿Quiénes eran los moriscos, mozárabes, mudéjares y muladíes?


Con estos cuatro nombres se definen a los cristianos o a los musulmanes de la Península Ibérica según habitasen los unos en los territorios de los otros conservando o no su religión, desde inicios del siglo VIII y hasta inicios del siglo XVII en caso de los moriscos. A continuación se describe a cada uno de ellos.
Moriscos
Nombre dado a los musulmanes que permanecieron en España una vez finalizada la conquista cristiana de todos los territorios peninsulares.
La conquista del reino musulmán de Granada en el año 1492 supuso la incorporación de miles de familias de esta religión a la cultura cristiana, las cuales se sumaron a la ya voluminosa población de origen musulmán que vivía en los reinos cristianos desde lejanos tiempos de la Edad Media. A principios del siglo XVI los moriscos estaban repartidos por cuatro grandes áreas: reino de Valencia, valle del Ebro, tierras de Murcia y reino de Granada. Se mostraron muy tenaces en su resistencia a abandonar su religión y cultura. Supusieron además un peligro potencial al ser vistos como un apoyo firme y favorable a las ofensivas del imperio musulmán en el mediterráneo español. Formaban, por otro lado, comunidades muy cerradas, con un elevado número de población y con una importancia económica notable. Todo ello hizo que las relaciones entre la mayoría cristiana y la minoría musulmana fueran siempre difíciles, hecho puesto en evidencia durante la rebelión de los moriscos en las Alpujarras (1568-1570), que tuvo como consecuencia la dispersión forzosa por tierras de Castilla de los musulmanes granadinos. Las medidas políticas que llevaron a cabo los reyes durante el siglo XVI para superar esta situación, siendo muy variadas, no dieron sin embargo los resultados deseados. En el año 1609, el rey Felipe III acabó por ordenar la expulsión de todos los moriscos de España, alrededor de trescientos mil, lo que supuso una fractura extraordinaria en todos los niveles y la evidencia de un fracaso.
Mozárabes
Nombre dado a los cristianos que vivían en los territorios dominados por los musulmanes tras la conquista de la Península Ibérica en el año 711.
Desde el primer momento los musulmanes mostraron un gran respeto hacia los cristianos, que eran, como ellos mismos y como los judíos, “gentes del Libro”, es decir, habían recibido la revelación divina. Como protegidos del Islam, se les garantizó la conservación de sus bienes y de sus derechos privados, así como la libertad para practicar su religión. A cambio de esta tolerancia, los cristianos tuvieron que aceptar el pago de ciertos impuestos y de la aceptación de una posición social inferior. Estaban obligados a pagar un tributo de carácter personal (yizya), que afectaba a los varones entre 20 y 50 años, y un impuesto territorial (yaray). La comunidad mozárabe conservó su organización política, eclesiástica y jurídica. Tenía sus propios condes, que eran los responsables de la comunidad ante la administración musulmana, sus jueces, que actuaban según las normas del derecho visigodo, sus recaudadores de impuestos y sus obispos. El Estado musulmán se reservó el derecho a intervenir en el nombramiento de las autoridades civiles y eclesiásticas cristianas además de convocar sus concilios. Durante el siglo VIII los musulmanes necesitaron la colaboración de los cristianos en las tareas de gobierno, por lo que no dudaron en utilizarlos como administradores y funcionarios, pero a medida que el dominio musulmán se hizo mayor los mozárabes fueron perdiendo influencia. En el siglo IX disminuyó la tolerancia de los dirigentes omeyas, debido a la participación de los mozárabes en los movimientos separatistas de las Marcas fronterizas y en las revueltas sociales. Esto hizo que el número de conversos a la religión árabe aumentara y que los que siguieron fieles al cristianismo se arabizaran para evitar su discriminación. Contra esa dependencia se levantaron, entre los años 851 y 859, los mozárabes más intransigentes, dirigidos por Eulogio de Córdoba. Buscaban de forma voluntaria el martirio, lo que se conseguía injuriando al Islam en público, algo castigado con la pena de muerte. Este movimiento dañó la convivencia entre cristianos y musulmanes, haciendo que muchos mozárabes emigrasen a los reinos hispanocristianos de norte y otros se hicieran musulmanes, con lo que a finales del siglo X la comunidad mozárabe era algo marginal en Al-Andalus. Más adelante, en los periodos de dominación de los almorávides y de los almohades, la situación de los cristianos incluso continuó deteriorándose.
Mudéjares
Nombre dado a los musulmanes que permanecieron en los territorios ocupados por los cristianos durante el periodo de la reconquista.
El avance hacia el Sur de los reinos cristianos provocó que numerosas poblaciones de credo musulmán se vieran englobadas en un sistema político cristiano: son los mudéjares. Los acuerdos pactados con las poblaciones de Al-Andalus vencidas variaron según la forma en que fueron ocupadas, pero en general se garantizó la permanencia de los musulmanes y se les permitió conservar su religión, costumbres, organización y derecho, aunque las obligaciones tributarias que mantenían con la antigua administración fueron transferidas al nuevo poder. Esta actitud de los monarcas cristianos se producía, principalmente, por la necesidad de no despoblar y mantener la vida económica de los territorios ocupados. Sin embargo, a medida que la dominación se hacía efectiva, iban aumentando en número y su condición se fue deteriorando. La presencia de mudéjares fue grande en los reinos de la Corona de Aragón, particularmente en Valencia. En su mayoría eran campesinos que dependían jurisdiccionalmente de los nobles. En la Corona de Castilla la comunidad mudéjar estuvo formada por pequeños campesinos y, sobre todo, artesanos, que vivían agrupados en barrios propios, llamados aljamas. Sin embargo, el incumplimiento de los compromisos contraídos en las capitulaciones provocó la salida de numerosos musulmanes hacia Granada, expulsados por el rey Alfonso X  después de la sublevación del año 1264. Durante el siglo XV las disposiciones legales se hicieron más restrictivas, pero a diferencia de los judíos, los mudéjares no despertaron el recelo de las masas populares cristianas. A pesar de todo, su situación se complicó después de la conquista del reino nazarí de Granada en el año 1492. Aprovechando la sublevación que protagonizaron los musulmanes granadinos en el año 1498, los Reyes Católicos obligaron a todos los mudéjares a convertirse al cristianismo. Los que tomaron esa opción pudieron quedarse en sus hogares y se les pasó a conocer como moriscos. Aunque finalmente en el año 1609 los moriscos fueron expulsados de España por el rey Felipe III. Emigraron principalmente al norte de África, en donde acabaron integrándose.
La frecuente dedicación de los mudéjares a trabajos artesanales y el gusto por la sofisticación de numerosos reyes y nobles explican que podamos hablar de un “arte mudéjar” o “mudejarismo” en la mayoría de los movimientos artísticos hispanos desde el siglo XI al XVIII. Se trata de la implantación directa de elementos, maneras y estéticas del Islam andalusí (sobre todo taifas o nazaríes) en construcciones cristianas, algo que confiere enorme personalidad a estas obras.
Muladíes
Nombre dado a los cristianos que se convirtieron al Islam después de la conquista musulmana del año 711.
Los muladíes constituyeron el grupo mayoritario de la población musulmana de Al-Andalus porque, aunque éstos no persiguieron a los cristianos ni trataron de atraerlos a su fe, la mayor parte de la población adoptó la religión islámica. Ésta conversión masiva se explica por las ventajas económicas y sociales que comportaban el ser musulmán. Para los nobles hispanovisigodos significaba la posibilidad de mantener sus propiedades y su posición de preeminencia; para el resto de la población significaba librarse del pago de los impuestos personal y territorial, que afectaba a los no musulmanes. La arabización de los muladíes fue tan profunda que externamente no era fácil distinguirlos de los árabes de nacimiento. Sin embargo, en la práctica las diferencias entre viejos y nuevos musulmanes se fueron acentuando como consecuencia de la política nacionalista practicada por los dirigentes omeyas. Esta discriminación propició la aparición de sublevaciones y revueltas en las que se mezclaban factores sociales y políticos. Los principales focos de disidencia se localizaron en las Marcas fronterizas, aunque a finales del siglo IX se extendieron por la mayor parte de los territorios de Al-Andalus. En las ciudades de Zaragoza, Toledo y Mérida el descontento de los muladíes se transformó en movimientos independistas dirigidos por las autoridades locales. Las revueltas sociales desembocaron en una sublevación general de los muladíes contra la aristocracia árabe en el año 878. Desde la fortaleza de Bobastro, situada en la serranía de Ronda, Omar Ben Hafsun, se alzó como defensor de los muladíes y aglutinó a todos los rebeldes del sur de Andalucía. El movimiento comenzó a declinar tras la conversión al cristianismo del dirigente muladí en el año 899, pero hasta la época de Abd Al-Rhaman III no se consiguió su represión total.

La conversión de los moriscos. Retablo de Felipe Bigarny en la Capilla Real de la Catedral de Granada. Años 1520-1522
FelipeVigarnyConversiónMoriscos

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