martes, 7 de marzo de 2017

Al-Ándalus / Tatiana Madalina

                        Al-Ándalus



La Política Al-Andalus de 929-1031





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El Califato de Córdoba (929-1031

Un importante paso en el fortalecimiento de Al-Andalus se dio en el año 929, cuando el emir Abd-alRahman III (912-961) decidió proclamarse Califa, cargo en el que confluían el poder político y el religioso. Restauró la unidad islámica y estableció la hegemonía de al-Ándalus sobre la Península Ibérica, pues los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios y vasallos suyos. Fue la época de mayor esplendor de Al-Ándalus, en todos los aspectos:

- Económico: auge del comercio, tributos impuestos a los reinos cristianos.

 - Político: estabilidad interna. 

- Cultural: con Al- Hakam II se inició un período de esplendor cultural y paz con los cristianos. 

- Militar: victorias de Almanzor, quien en las últimas décadas del siglo X se hizo con el poder efectivo en Al-Andalus, suplantando al califa Hisham II (976-1009); ejercía el cargo de hachib, una especie de primer ministro. Almanzor, que basó su poder en el Ejército, integrado sobre todo por soldados beréberes, impuso una dictadura militar y organizó terroríficas campañas de castigo contra los cristianos del norte peninsular. Su muerte en año 1002 inició el proceso de descomposición política (fitna) que llevó al fin del Califato en el 1031, dividiéndose en reinos de taifas. 


Al-Ándalus: La crisis del siglo XI: Reinos de Taifas e imperios norteafricanos 
La muerte de Almanzor en 1002, tras sufrir una derrota en Calatañazor (Soria), abrió en Al-Ándalus una larga etapa de fragmentación política (fitna). En menos de treinta años nueve califas se sucedieron en el trono, hasta que finalmente el califato de Córdoba terminó por desaparecer en 1031. En su lugar surgió un mosaico de pequeños reinos independientes, llamados taifas, que de forma paulatina fueron independizándose del poder central de Córdoba, aglutinándose los más débiles en torno a las más fuertes. Los taifas más importantes fueron las fronterizas (Badajoz, Toledo, Zaragoza), las levantinas (Valencia, Denia, Murcia) y la de Sevilla. Su desarrollo cultural, artístico y científico fue muy elevado; pero su debilidad militar e inestabilidad política también fueron importantes, lo que les impedía resistir los ataques cristianos. Para evitar estos ataques, los taifas pagaban unos tributos anuales llamados parias (tributo que pagaban los taifas a algunos reyes cristianos con la finalidad de obtener protección militar y no ser atacados, y que perduró desde el siglo XI hasta finales del XV), a los reinos cristianos que las amenazaban. 
 Los omeyas: del emirato al califato de Córdoba 
Cuando el clan abasí ocupó el califato y trasladó su capital a Bagdad (Irak), la mayoría de los omeyas fueron asesinados en una guerra civil. Un superviviente omeya, Abd al-Rahman I, se trasladó a al-Ándalus y se proclamó emir (príncipe) independiente del califato de Bagdad en el año 756. Estableció, además, una monarquía hereditaria que se mantuvo hasta el siglo xi. Los omeyas combatieron las pretensiones independentistas locales, se rodearon de un ejército personal de mercenarios, generalmente esclavos liberados traídos de muy lejos, en su mayoría eslavos. También consiguieron prestigio y recursos económicos a través de las aceifas, campañas de saqueo en las tierras cristianas del norte. En el año 929 el emir Abd al-Rahman III dio un paso más y se proclamó califa en Córdoba convirtiéndose en líder político y religioso de todos los musulmanes.

El gobierno de Abd al-Rahman III z El califa de Córdoba obligó a los reinos cristianos del norte a pagarle tributos y ser sus vasallos.  Intentó que la cultura andalusí liderara el mundo árabe e islámico. Promovió un renacimiento artístico e intelectual en Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara), una ciudad-palacio construida en las afueras de la capital.

A partir del año 976 el gobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido andalusí, Muhammad ibn Abi Amir, llamado al-Mansur o Almanzor («el Victorioso»). Él y sus dos hijos, que lo sucedieron en el poder, son conocidos como los amiríes y fueron los auténticos gobernantes del califato cordobés entre los años 976 y 1009. Sin embargo, cuando pretendieron ocupar el trono, se enfrentaron a la dinastía omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo en general. En el año 1009 estalló una revolución en Córdoba durante la cual se asesinó a los amiríes. En el año 1031 una asamblea de notables decretó en Córdoba el final del califato.

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Pintura que recrea la corte de Abd al-Rahman III.





















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