UN AGENTE DE CAMBIO INESPERADO PARA LOS NATIVOS AMERICANOS: EL CABALLO
Miguel Nicolás Caretta (CV)
ncaretta@uaslp.mx
Universidad Autónoma de San Luis Potosí
Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades
Resumen
Casi 10,000 años a.n.e. ya habían dejado de existir los caballos en el Nuevo Mundo, por tal razón, los nativos que vivieron posteriores a esas fechas no conocieron a esta especie, y por tanto, carecieron de bestias de tiro y de transporte. Si bien las llamas y alpacas tenían parcialmente esta función para el mundo andino, para el Centro y Norte América estos no existían antes de la llegada de los conquistadores. Con el proceso de conquista, y particularmente con los españoles, la presencia del caballo como instrumento, compañero y objeto de valor en el proceso de colonización tuvo una gran importancia; sin embargo, durante este proceso y el avance de conquista hacia el Norte muchos de estos pasaron a manos de los indígenas transformando sus vidas, en especial la de algunos grupos del norte de la Nueva España, y entre ellos, el grupo que mejor capitalizaría este animal: los Comanches. Este documento discute sobre la importancia de un regalo inesperado, la llegada del caballo a los comanches, sin duda los mejores jinetes indígenas americanos.
Palabras clave: Caballos, nativos americanos, Nueva España, conquista, poder, ideología.
Habían pasado más de 10,000 años antes de la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, que ya no existían ni caballos, ni camélidos en el Norte de América. De hecho, sabemos que realmente no había animales ni de transporte ni de tiro para cuando se dio el principal desarrollo de las sociedades del Pre-Clásico mesoamericano. Si bien las llamas y alpacas tenían parcialmente esta función para el mundo andino, por lo menos para el Centro y Norte del Nuevo Mundo estos no existían ni siquiera en la memoria de los grupos que habitan en esta gran región. Entonces, no es de sorprendernos que las reacciones de asombro y miedo con la que los nativos americanos vieron al caballo fueran justificadas. En algunas de las crónicas de la conquista de México, inclusive se describe de forma precisa como los nativos tardaron en notar que el jinete y el caballo no eran un solo ser, y posteriormente que el caballo no era un venado gigante.
Durante el proceso de conquista los españoles, dieron un uso al caballo como instrumento de guerra, transporte, compañero y objeto de valor. Los equinos dieron a sus amos un poder militar ante los nativos a través de su movilidad, fuerza y velocidad nunca antes vista por las sociedades del Nuevo Mundo.El caballo español, por pura casualidad, fue muy apto para su uso y distribución en terrenos áridos, planicies semi-áridas y las mesetas de lo que sería el Norte de México y Suroeste de los Estados Unidos. Era una especie muy diferente a sus parientes del norte de Europa, tenía más características de sus antepasados de las estepas asiática, la cual migró al Norte de África a través del medio oriente y se fue mezclando con otras especies a lo largo del tiempo. Así, durante la invasión árabe a España esta especie llega para quedarse en la península Ibérica.
Para cuando este caballo se encuentra en camino al Nuevo Mundo, se le define como un animal pequeño, ligero, fuerte, con no más de 14 palmos de altura con una cara cóncava arabesca y hocico fuerte. En términos generales, no parecía ser gran cosa, pero era muy inteligente, rápido, fácil de entrenar, pudo criarse hasta en las zonas más agrestes de España, además de poder viajar grandes distancias sin tomar agua. Poseía un gran aguante y podía encontrar alimento aún en el más crudo invierno.
Este fue el animal que prosperó en la Nueva España y permitió a los colonos convertirse en criadores a gran escala en las haciendas que empezaron a prosperar en toda el nuevo territorio. De hecho, a tan sólo unos años después de que Cortés llegara a México-Tenochtitlán, Coronado fue capaz de reunir 500 caballos y mulas para gran expedición al norte de la Nueva Galicia. Así, al igual que se daba el avance de la conquista española, también se dio la expansión del caballo. Ahora, debido a que era claro para los colonos lo que pasaría si las tribus indígenas aprendían a montar, una de las primeras ordenanzas fue prohibir a los nativos realizar esta actividad. Era obvio que no podían poner en práctica tales ordenanzas, ya que necesitaban de los indígenas y mestizos para las labores de los ranchos y las haciendas. Esto permitió que este conocimiento de cómo domar, montar, criar, y cuidar caballos pasara a manos locales en la segunda mitad del siglo XVI y continuó de manera ininterrumpida durante todo el proceso de expansión hacia el norte hasta llegar a Nuevo México.
Esto se puede considerar como la primera parte de un fenómeno de transformación invisible pero revolucionario para las sociedades del Nuevo Mundo; la segunda parte de este proceso fue la distribución del caballo por si mismo en los nuevos territorios, lo cual sucedió de manera lenta en un principio, pero que cambiaría de manera significativa al paso del tiempo. A decir verdad, el primer ato de caballos llegó con el arribo a Nuevo México del conquistador Juan de Oñate. Él y sus huestes llevaban consigo aproximadamente 700 caballos y con ellos derrotaron, esclavizaron y convirtieron al catolicismo a los indígenas locales (Indios Pueblo), forzándolos a construir y servir en los fuertes y misiones (Thomas 1969: 119ff). Los indígenas también atendían a los caballos, aunque en un principio no mostraron mayor interés en ellos que no fuera verlos como potencial fuente de alimentación.
Sin embargo los Indios Pueblo no eran los únicos viviendo en la región, al integrarlos, los españoles, como parte de su comunidad despertaron el odio de otro de los grupos vecinos –los Apaches- que recurrentemente realizaban ataques a estos grupos Pueblos (Catlin 1857: 47). Los apaches iniciaron su adaptación de una forma vertiginosa. Realmente nadie sabe en detalle como se dio este proceso de apropiación y de manejo de los caballos, pero lo que si sabemos en general es como ese logró fue una trasformación del modo de vida de los naturales de esa región.
Se puede inferir a través de la información existente que esto se dio por el perdida de caballos o robo que hicieron los apaches, y posteriormente otros grupos vecinos, los cuales aprendieron a montar copiando lo que veían de los españoles. Los nativos aprendieron a montar desde el lado derecho, lo cual era una práctica común entre los españoles, que a su vez tomaron de los árabes después de la ocupación de la península Ibérica; además también, los indígenas comenzaron a hacer y usar montaduras y bridas (Dobie 1934). Los caballos dieron increíbles ventajas a los cazadores y los hizo doblemente efectivos en sus ataques y métodos para darse a la fuga después de un acto vandálico. Según los recuentos españoles, los apaches (si efectivamente eran ellos y no otros), iniciaron sus correrías con este nuevo aliado ya desde fechas tan tempranas como 1650.
Ahora que, a pesar de su inicio providencial, los apaches no fueron realmente un excelente grupo de jinetes. De hecho, los apaches usualmente no peleaban a caballo y no lograron aprender el arte de criarlos o cuidarlos bien. El uso que dieron a sus caballos fue principalmente para moverse (viajes), como alimento y dejar aquellos más útiles para sus correrías. Muchos de los integrantes de las tribus apaches practicaron una agricultura incipiente, lo que implica que muchas de las actividades que se pudieran hacer a caballo estaban limitadas a tal punto que este “instrumento”, y que irónicamente, sería la pieza clave capitalizaría su principal grupo enemigo: los Comanches. No obstante los apaches en un principio tuvieron lo que ningún otro grupo tenía y aprovecharon de esto para seguir dando serios dolores de cabeza sus vecinos los Indios Pueblo, en Taos y Santa Fe, y hacia el sur siguiendo la franja del Río Grande.
Los ataques hechos por los apaches fue de tipo “guerrilla”, acción prototípica de sociedades tribales. Atacaban de forma rápida y sorpresiva, y posteriormente huían de la misma manera sin que nadie los pudiera detener. En cada incursión no sólo asesinaban, también destruían y robaban objetos; el caballo, se volvió uno de los principales objetos de saqueo, con lo cual incrementarían el número que ya tenían (Fehrenbach 1922: 30). En una ocasión un solo ataque les redituó más de 300 caballos, lo que sin duda, nos da una idea de su capacidad e imposibilidad de los españoles de protegerse y proteger a las poblaciones españolas (e indígenas) de Nuevo México. De hecho, fue esta falta de protección por parte de la Corona, la que llevó a los Indios Pueblo a su revuelta en 1680; aunque hayan existido otras razones que también incidieron en esto como lo fue el trabajo forzado, la imposición del catolicismo, y la supresión de sus tradiciones y actividades culturales (Twitchell 1974).
Ahora, sin importar si una de ellas tuvo más peso que las otras, lo cierto es que la revuelta se dio y se convirtió en una lucha sangrienta que terminó por expulsar a los españoles del territorio de Nuevo México. Así, una vez que se habían librado de sus enemigos hispanos los nativos volvieron a retomar sus antiguos modos de vida, sus sistemas de agricultura y de elaboración de bienes en los cuales el caballo parecía no tener cabida. De tal forma, abandonados por sus antiguos dueños, miles de caballos empezaron a vagar libremente en los espacios abiertos, y al estar genéticamente adaptados para un tipo de ambiente similar a donde se encontraban se reprodujeron en números considerables, pasando a ser la base de las grandes manadas de caballos salvajes del Suroeste de los Estados Unidos, los mustangs. Este evento se le conoció como la Gran dispersión del caballo (Dobie 1934).
La dispersión de cientos de caballos a otras regiones, como las planicies y grupos que ahí habitaban, cambió permanentemente la estructura del poder que existía en el corazón mismo del Norte de América (Webb 1981). Los Apaches habían sido los primeros indígenas de esta región del Norte América que habían tenido contacto con estos animales, y aprendido que se podía hacer en las cacerías y correrías si se tenía un caballo… y muy pronto los otros grupos también lo aprendieron, tal vez inclusive más rápido de lo que los mismos apaches esperarían.
Así el conocimiento del caballo y como usarlo se distribuyó de una forma sorprendente a través de casi medio continente, lo que contribuyó que para 1630 no hubiera tribu que no montara. Para 1700, todas las tribus de Texas los tenían, y para 1750 las tribus de las planicies canadienses ya cazaban búfalo a caballo. Este equino les proporcionó movilidad y rapidez. Por primera vez en su historia pudieron tener control en la cacería del búfalo, al grado que podían ellos mismo migrar con las manadas (Dobie 1934: 69). Para ese momento les fue posible a los indígenas ser más veloces, y a todo galope en sus caballos, podían guiar estas manadas a donde ellos querían y acercárseles lo suficientemente para poder atravesarlos con sus lanzas, o atacarlos con flechas a corta distancia. De igual forma, las habilidades de la cacería pasaron a ser habilidades guerreras. Las tribus que mejor aprendieron a cazar a caballo ganaron casi al instante un poder y dominio militar sobre aquellas tribus que no hicieron uso de este animal.
Lo que no hizo el caballo fue cambiar la naturaleza fundamental de estas sociedades. Antes de la llegada del caballo, muchos de estos grupos tenían un modo de vida sustentado en la cacería, en especial la del búfalo. El caballo no cambiaría esto, ellos simplemente mejorarían la manera en que estos individuos llevaban a cabo sus acciones. Realmente un mínimo de sociedades de las planicies pescaba o practicaba la agricultura antes de la llegada del caballo, y ninguno de estas recurrió a alguna de estas actividades después. Aun su actividad de recolección permaneció inalterada. A decir verdad, estos grupos humanos permanecieron dentro del mismo modo de vida que llevaban como cazadores y el caballo simplemente aseguro que ellos permanecieran de la misma forma y sin sentir interés por transformarse en sociedades agrícolas. No obstante, los cambios causados son dignos de ser observados. A decir, la guerra, uno de los resultados obvios de esto, se podía hacer a grandes distancias y los caballos, la principal forma de riqueza de las planicies, podía ser reunida y apropiada en grandes números. Había en todo esto, una simple pero esencial fuerza de poder en el animal mismo, y fue lo que transformó a estos individuos pedestres en temibles jinetes. La nueva tecnología cambió a grupos que aparentaban ser más limitados en nuevas fuerzas dominantes. Estos incluyen grupos que a la postre serían famosos como los Sioux, Cheyenne, Kiowas, Arapaho, Blackfoot, Crow y los Comanche (Fehrenbach 1974: 60; Wissler 1922).
No se sabe exactamente cómo o cuándo las Bandas de Comanches 1 del Este de Wyoming se encontraron por primera vez con el caballo, pero ese evento probablemente pasó en algún lugar a mediados del siglo XVII (Kavanaugh 1996; Oplet 1943). Los Pawnee, un grupo que habitó en el área que ahora se llama Nebraska, ya sabían montar a finales de 1680, se puede asumir que los comanches ya tenían de estos animales por la misma fecha. Los comanches fue un grupo cazador-recolector en todo el sentido de la palabra, nunca dieron desarrollaron la cestería, la cerámica, y no construyeron casas habitación; sin embargo, lo que paso a esta tribu, más o menos, entre 1625 y 1750 fue una de las transformaciones sociales y militares más interesantes de la historia (Fehrenbach 1974: 30-31).
No hay testigos, ni datos, de cómo habría sido este encuentro entre estos cazadores de la edad de piedra y los caballos, o qué habría en el espíritu de los comanches que les permitió que entendieran al caballo de mucho mejor manera que ningún otro grupo indígena del Centro y Norte de América. Los Comanches se adaptaron al caballo de forma rápida y más temprano que cualquier otra tribu de las planicies, ellos han sido considerados, sin duda alguna, como el prototipo de la tribu a caballo de Norte América. Se puede casi asegurar que ningún otro grupo, a excepción de los Kiowas, pudo sobrepasar su pericia para montar y usar el arco y la flecha. Grupos como los Pawnees, Crows, y aún los Dakota, daban más uso al caballo para transporte que para la guerra y correrías; inclusive en asuntos de guerra usualmente desmontaban y peleaban (Kavanaugh 1996; Oplet 1943).
Los comanches serían realmente los únicos que aprenderían como criarlos, a domarlos, conocimiento que les ayudaría a generar una gran riqueza para la tribu. Siempre fueron muy cuidadosos en el proceso de la castración de la manada (casi todos los caballos de montar eran castrados). Muy pocas tribus se preocuparon por esto.
No era extraño que un guerrero comanche tuviera 100 o 200 monturas, o que un jefe tuviera hasta 500, mientras que en comparación un jefe Sioux sólo tendría 40 caballos. De tal forma, los comanches no solo serían los más ricos en carne de caballo, sus caballos eran también el medio de transporte que empezaron a comerciar con otras tribus. Los primeros individuos en ver la habilidad y maestría de los jinetes comanches no tardaron en notar esto.
Otros observadores vieron lo mismo, como el Coronel Richard Dodge (1878), quien se encontró con los comanches en una de sus expediciones, y no tuvo mayores reparos en decir que eran una de las mejores caballerías del mundo, superior a cualquier caballería de Europa o América. Catlin también los vio a los comanches como admirables jinetes, y mencionó que si bien parecían torpes al caminar, una vez que montaban en sus caballos parecían fundirse en ellos, en una especie de metamorfosis; agregando que… “Estaba seguro, sin ningún titubeo, en pronunciar a los comanches como los más extraordinarios que haya visto en todos sus viajes.” (Catlin 1857: 65)
En su posición de ataque, un comanche podía disparar más de 20 flechas en el mismo tiempo que le tomaba a un soldado cargar su mosquete, cada una de esas flechas podía matar a un hombre a una distancia de 20 yardas.
Otros observadores notaron la manera que ellos domaban a los caballos, en un procedimiento que incluía lazar al caballo y apretarle el hocico hasta que se estuviera ahogando el caballo y cayera al suelo. Cuando el caballo parecía estar a punto de morir, le soltaba el lazo que apretaba el hocico y dejaban que el caballo se levantara, de forma temblorosa pero ya con el asiento que usaría el jinete. Aquél que capturaba al caballo lo palmeaba amablemente en la nariz, las orejas y en la frente, después le soplaba en la nariz del animal. Posteriormente le ponía un bozal y pasaba a montarlo. Los comanches, eran simplemente unos maestros con los caballos: criarlos, domarlos, venderlos, montarlos… hasta robarlos. De hecho, en otra mención que hace el Coronel Dodge (1878) menciona que los comanches podían entrar a sitio donde estuviera una docena de hombres durmiendo, cada uno con su caballo amarrado a la muñeca, y ellos podían cortar la soga y llevarse a los caballos sin despertar a nadie.
Ninguna otra tribu, excepto posiblemente los Kiowas, vivían de forma tan apegada al caballo. A los niños les era obsequiado su propio caballo a la edad de 4 o 5 años, y pronto se esperaba que estos niños aprendieran a hacer toda serie de habilidades montando su caballo. Uno de estos trucos era poder levantar a uno de sus compañeros caídos, una habilidad vista como una de las obligaciones esenciales de todo guerrero. Aprendían el uso de la piel y como hacer elementos que les sirvieran en el uso de sus caballos. La niñas, también aprendieron estos trucos e inclusive tenían sus propios caballos, mulas y caballos dóciles que les ayudarán para cargar sus implementos (Wallace 1952).
Cuando los comanches no estaban criando caballos o robándolos, ellos estaban capturándolos en las llanuras. Ellos perseguirían a las bandas de mustangs por días hasta que el animal estuviera exhausto y fuera más fácil capturarlo. También los esperarían pacientemente en ojos de agua y sin darles tiempo a nada los atraparían.
La parte lúdica también tuvo un importante rol en la relación que tuvieron los comanches con sus caballos, las carreras y las apuestas formaron parte de sus principales actividades recreativas y sociales (Wallace 1952)
Para 1706 Juan de Ulibarri, capitán español, en su camino a un asentamiento de indios Pueblo, vio como un grupo de comanches acompañado de Utes(Oplet 1943), se preparaban para atacar al poblado de Taos, posteriormente menciona haber escuchado el ataque. Este es la primera narración de un colono novohispano que menciona históricamente un ataque de este grupo llamado comanche y de otras tantas formas, entre estos el nombre de Koh-mats o Komantcia, que significa “aquel que esta contra mi todo el tiempo.”
Pasarían muchos años antes de que los españoles se pudieran enterar realmente quienes eran los comanches, y mucho más tiempo a los mexicanos entender o hallar la diferencia entre ellos y los apaches, y demás grupos2 ; no obstante, lo cierto es que el equino que les llegó como regalo a los nativos americanos les cambiaría la forma de vida en muchos sentidos, el caballo pasaría ser no solamente un instrumento en sus correrías, sino un objeto de valor material y simbolico. El caballo se integraría a la vida de estos grupos como el si siempre hubiera sido parte de ella, sería valorado y apreciado como uno de sus más preciadas reliquias.
Pasarían muchos años antes de que los españoles se pudieran enterar realmente quienes eran los comanches, y mucho más tiempo a los mexicanos entender o hallar la diferencia entre ellos y los apaches, y demás grupos2 ; no obstante, lo cierto es que el equino que les llegó como regalo a los nativos americanos les cambiaría la forma de vida en muchos sentidos, el caballo pasaría ser no solamente un instrumento en sus correrías, sino un objeto de valor material y simbolico. El caballo se integraría a la vida de estos grupos como el si siempre hubiera sido parte de ella, sería valorado y apreciado como uno de sus más preciadas reliquias.
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