A Fes hay que conocerla, sentirla, vivirla. No se puede contar. Es muy difícil. Fes es tranquila y vibrante a la vez, calma y adrenalínica a la vez, quieta y muy movediza a la vez. Fes cambia. Es una cosa en la medina y otra en la ciudad nueva; en los zocos y en el Ryad; en la mañana y en la tarde, como en la noche.
A Fes llegamos tarde. Muy tarde. A las 23 hs. La mejor decisión que tomamos fue reservar un traslado al Ryad. La zona de la estación no es ni tranquila ni parece segura, al menos a esa hora. No se distingue lo suficiente para saber qué taxi tomar y los arreglos son tan rápidos que nunca sabés quién ganó ni qué pasó. Además nos alojamos en la medina. Los taxis no entran así que falta ayuda de alguien para encontrar la puerta correcta. De afuera toda la medina luce como altos paredones con pequeñas puertas de entrada a algún hogar. Detrás de ellas se esconden sorpresas. Enormes y tranquilos Ryads, palacios o mansiones marroquíes, hoy devenidos en hoteles boutique. Son la mejor manera de vivir el esplendor marroquí que supo tener en épocas pasadas. Aquí se esconde la elegancia, la tranquilidad, la hospitalidad y la buena comida. Refugios irresistibles.
Nos alojamos en el Ryad Alya y fue de nuestros favoritos en todo el viaje. Al llegar, casi a medianoche, nos estaba esperando Omar (o así lo bauticé) con una cena liviana que nos sirvió en la terraza. Día ideal: temperatura justa y noche estrellada. Habíamos pedido un sándwich o algo así. Creo que mi pedido fue una herejía. Nos trajeron sopa y un desfile de ensaladas espectaculares, coronados por un flan de coco como nunca probé en mi vida. Felicidad plena. Con la panza llena,nos dormimos. Nos esperaba un día intenso de regateo.
Lo que no sabíamos era la sorpresa que nos esperaba: un desayuno inmenso, una explosión de sabores. No nos alcanzaba la mañana para terminarlo, sentadas en el patio interno al frescor de la fuente. Convencidas que las medinas arrancan tarde, le dimos su tiempo y espacio.
Alrededor de las 10 de la mañana arrancamos. Estábamos alojadas en la medina, pero teníamos que entrar al zoco. Entramos por Bab Boujeloud, la puerta principal y elegimos comenzar por la calle Tala Saghira, la principal, e ir perdiéndonos por sus recovecos. No hay nada mejor que perderse y dejarse llevar. No pasa nada. Menos a la mañana. Así estuvimos hasta pasado el mediodía, hora en la que se hizo insoportable por el calor.
¿Qué hay que ver?
Fes es otra de las ciudades imperiales, junto con Rabat, Mèknes y Marrakech. Y de ellas, tiene la medina más bonita y encantadora ya que es la medina de los artesanos: cerámicas, cueros y cobre se encuentran aquí. También hay especias, que me arrepiento de no haber comprado.


El patio principal de Moulay Idriss II



Los techos de Moulay Idriss II



Mezquita Kairouine

En la medina hay que ver las mezquitas principales, comoMoulay Idriss II y Kairouine, que están bellamente decoradas. Solo los musulmanes pueden acceder, pero desde las puertas se puede ver bastante bien y se pueden sacar fotos. Igualmente, para las mujeres en esta zona se recomienda taparse la cabeza así como es mejor andar algo cubiertas por respeto. Los marroquíes son respetuosos y saben que uno es un turista curioso pero en las medinas siguen viviendo y los marroquíes aquí son bastante conservadores. En verano unos pantalones frescos están más que bien, ya que los pasillos son estrechos y no entra el sol directo, y los locales son frescos.


Trabajando el cobre en la Place Seffarine

También debe verse la Place Seffarine, la pequeña placita de los artesanos del cobre donde aún se los puede ver trabajando y conversando. Por este camino se llega a las curtiembres. Encontramos un contingente de chinos que, obviamente, iban para allá y nos camuflamos. Bueno, es una forma de decir. Pero el guía se copó y nos hizo pasar a una de las terrazas para ver desde arriba cómo tiñen los cueros en los grandes piletones. Nada es gratis tampoco. El acceso a estas terrazas era un gran local de venta de cueros y accesorios: carteras, bolsos, pufs, billeteras y babuchas (zapatos) para empezar a enumerar. Como bien exagerado podría decir que hay 50 modelos de todo en 50 colores, si eso es posible.


Hombres trabajando el cuero

      
Al entrar reparten ramitas de menta para disimular el olor de los cueros en proceso. Pensé que iba a ser peor, pero tampoco es tan penetrante ni nauseabundo. Después de un rato dejé de sentirlo. El espectáculo es increíble: en cada pileta procesan y tiñen los cueros de los distintos colores, supuestamente con tinturas naturales: amarillo con azafrán, verde con menta, naranja con henna, amapola para el rojo y así los otros. Las pulseritas que tenemos destiñen con cada lavado y me la tuve que sacar, así que cuidado con la lluvia y las carteras, porque la ropa puede quedar intervenida con un lindo batik. Como argentina, y luego de haber visto los cueros turcos también, puedo decir que los cueros marroquíes no me impresionaron locamente. Las terminaciones son más rústicas, duras y crudas, pero los precios son buenos si se regatea bien.



Mis cerámicas favoritas

  
En toda la medina se pueden encontrar locales que venden cerámicas. Tienen los típicos diseños de la ciudad, guardas y patrones en azul, pero también en rojos y verdes, y algo de amarillo. Las calidades de las cerámicas varían bastante. Se puede apreciar en el color (las mejores son bien blancas, no grisáceas), en el peso (son más livianas) y en que no se rayan y son difíciles de romper. Por ejemplo, si le pasás fuerte una moneda, tiene que quedar intacta mientras que la moneda se oscurece. El vendedor se paró sobre los platos y no pasa nada. Son resistentes al microondas y al lavaplatos (cosa que no me preocupa porque no tengo). Al dorso tienen indicado si es de Fes y la calidad. Una A indica que es bueno y una AB que es excelente. Hay algunos patrones generales pero otros tienen sutilezas expresadas por el artesano. Mi lugar preferido fue uno que recién se acaba de mudar a la entrada y cuyo vendedor fue de lo más amable. Lo vimos ni bien entrar y volvimos al salir. Debo haber estado 45 minutos revolviendo sus dos pisos y me hubiese llevado todo. Me costó tomar una decisión ajustada a mi equipaje y mi presupuesto. Me sacó todos los modelos, no me atosigó para elegir (esto vale mil porque suelen ser bastante insistentes por no decir pesados), y llegado el momento nos pusimos a negociar el precio final. No puedo decir con exactitud cuánto me rebajó porque en el proceso puse y saqué para que logremos un acuerdo justo. Podría afirmar que debe haber sido una rebaja de entre el 40 y el 50%. Y puso todo de su parte para que incluyera todo lo que elegí.

  
En la medina hay algunos zocos (yo diría calles específicas) que tienen algunos productos en particular. Por ejemplo, en el zoco de henna se encuentran los productos cosméticos como el savon noir (o jabón negro, exfoliante que luce como cera derretida), aceite de argán (que nadie asegura que sea 100%, por lo cual es mejor comprarlo en una cooperativa), jabones, perfumes, henna, pestañas postizas y todo lo que uno se pueda imaginar.
    
Cerca, o perpendicular, está la calle Attarine, donde venden especias de todo tipo y donde hay que comprar lo más típico. Tiene al fondo está el zoco de comida: pollos vivos, carne colgada o expuesta sobre el mostrador, aceitunas por toneladas, comida ya elaborada, yogurt, etc. La fruta y la verdura está por la paralela a la principal, pegada a la Bab Boujeloud. Acá caímos luego de intentar almorzar en la medina y encontrarlo imposible de comer sin pensar en una gastroenteritis fulminante al ver la comida expuesta al calor y las moscas.

  

Por las dudas, tengan en cuenta que todo es en efectivo. Hay cajeros y casas de cambio en la medina en caso de necesitar dinero.
A la tarde ya conocíamos la medina de memoria y al día siguiente éramos locales. Otra vez usamos la appCityMaps2Go que funciona offline para guiarnos cuando teníamos que buscar algo particular o tomar decisiones. Los chiquitos siempre nos indicaban que estábamos perdidas, que en esa dirección no íbamos a ningún lado, que no había salida, etc. Ya lo habíamos leído en blogs y nos lo habían avisado todos. Te piden dinero para orientarte hacia la salida, las curtiembres o las calles comerciales. Pueden ser bastante perseverantes por decirlo de alguna manera, sobretodo cuando empieza a bajar el sol y la medina empieza a oscurecerse y a confundir. Fue nuestro mayor momento de adrenalina encontrar la salida a ultima hora. Hay también carteles nuevos que indican los principales puntos para dar una orientación: las puertas y algunos sitios claves.
        
A pesar de eso, la medina y la ciudad son seguras. Hay policía vestida de civil en varios puntos, y el robo no es solo un delito sino una vergüenza social. Al menos se lo toman más en serio que en Argentina. No sentimos inseguridad, ni miedo, ni siquiera de noche o siendo mujeres. Esto lo aclaro porque varios preguntaron. Pensaba que necesitábamos guía pero no es necesario. Viven del turismo y lo cuidan bien. Solo pueden aprovecharse un poco al poner precios a las cosas. Aquí solo depende de cuanto estén dispuestos a pagar.
Coronamos nuestra visita a Fes comiendo y descansando como princesas del desierto. Nuestra visita fue de lo más bonita. Pero ahora viene lo mejor. Porque a la mañana siguiente conocimos a Hassan, nuestro guía marroquíque nos iba a llevar de Fes a Marrakech a través del desierto del Sahara, en su 4×4. Así que a no moverse que las aventuras continúan.