miércoles, 27 de abril de 2016

Chillida - Javi





                                                       Eduardo Chillida

 Eduardo Chillida Juantegui fue un escultor español conocido por sus trabajos en hierro y en hormigón, destacado continuador de la tradición de Julio González y Pablo Picasso.

Nació el 10 de enero de 1924 en San Sebastián, era el tercer hijo de Pedro Chillida y su mujer, la soprano Carmen Juantegui. Fue portero de fútbol en la Real Sociedad, pero a causa de una lesión tuvo que dejarlo. A los diecinueve años inició en la Universidad de Madrid los estudios de Arquitectura, estudios que abandonará para dedicarse exclusivamente a la escultura y al dibujo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.




Chillida en abril de 1969
Su actividad comienza en torno a 1948, cuando se traslada a París. Allí entabla amistad con Pablo Palazuelo.
En 1950 regresa a San Sebastián, se casa con Pilar Belzunce y se instalan en Villaines-sous-Bois, un pueblecito francés en la región de Isla de Francia, departamento de Valle del Oise. Cuando nace el primero de sus hijos regresa definitivamente a San Sebastián y comienza a trabajar en Hernani en una fragua, donde el hierro introduce un cambio fundamental en su trayectoria. Por sugerencia de su amigo Pablo Palazuelo, hace en 1954 su primera exposición individual en la Galería Clan de Madrid. En 1964 recibe el Premio de Escultura del Carnegie Institute de Pittsburg.
En 1981 recibe la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en Madrid. En 1983 recibe el Premio Europäischer der Künste en Estrasburgo. Es nombrado Miembro Honorario de la Royal Academy of Arts de Londres. En 1984 recibe el Grand Prix des Arts et Letres de París. También le fueron otorgados el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1987 y el Premio Imperial Japonés en 1991.
En la última parte de su vida, el propio Chillida constituyó el museo Chillida-Leku, en el caserío de Zabalaga (Hernani). Es una construcción tradicional vasca remodelada por el escultor y rodeada de un gran espacio de jardines que alberga la obra del artista. Allí se dejó ver en público por última vez, en octubre de 2000, en un acto celebrado en el museo, en el que fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. Le quedó pendiente el proyecto de la montaña de Tindaya, en Fuerteventura, pues no llegó a realizarse antes de que el escultor falleciera el 19 de agosto de 2002.
A lo largo de su vida, además de recoger infinidad de premios y condecoraciones, Chillida participó en centenares de exposiciones alrededor del mundo entero. Por ejemplo, la Bienal de Venecia (1958), el premio Carnegie (1965) o el Rembrandt (1975).

Sus primeras esculturas son obras figurativas, torsos humanos tallados en yeso como Forma, Pensadora, Maternidad, Torso o Concrec
ión. En todas ellas, el punto de partida es la escultura griega arcaica, pero se aprecia ya su preocupación por la forma interior además de tener un marcado sentido monumental.

Chillida expuso su temprano trabajo en 1949 en el Salón de Mai en el Museo de Arte Moderno de París, y el año siguiente participó en " la Red eléctrica de L Eblouies ", un espectáculo de arte de la posguerra en el Galerie Maeght. Después de que su primera exposición en solitario en la Galería de Clan en Madrid en 1954, Chillida expuso su trabajo en más de 100 recitales




Esta escultura se llama ´´El peine del viento´´ y esta en San Sebastian.
Situado al final de la playa de Ondarreta, en el extremo oeste de la capital guipuzcoana y a los pies del monte Igeldo, el Peine del Viento es una de las obras más conocidas del genial escultor Eduardo Chillida. Fue instalada en este lugar en 1977, en colaboración con el arquitecto Luis Peña Ganchegui, que fue el encargado de diseñar el entorno. 

El llamado Peine del Viento es un conjunto en el que el arquitecto Luis Peña Gancheguiar urbanizó una plaza adoquinada con granito, y que Eduardo Chillida completó con las esculturas. Es un grupo de tres esculturas de acero corten incrustadas en una rocas azotadas por las olas del mar Cantábrico. Cada una pesa 10 toneladas de peso. Según dijo Chillida, su intención era que el viento se peinara antes de entrar en la ciudad; de ahí su nombre.

Las tres son similiares, pero no idénticas. Cada escultura está formada por cuatro gruesas barras de acero de sección cuadrada que emergen de un tronco común anclado en la roca. Una de las barras marca una curva en el aire y traza una paralela con el tronco común, antes de volver a incrustarse en la roca. Los otros tres brazos se retuercen y curvan a modo de garfios atrapando el espacio en su interior, sin llegar a cerrarse nunca.

El acero cortén es el único material capaz de desafiar las condiciones terribles que impone el lugar: los temporales del mar y el salitre. Se supone que, tras la oxidación de su superficie, el acero cortén permanece inalterable a la acción del agua y de la sal, puesto que la misma capa de óxido actúa como elemento protector de la erosión

La construcción de la obra

  

Diversas empresas e instituciones hicieron posible que la obra se llevase a cabo. En un primer momento iba a ser una única escultura situada en la enorme roca fisurada, pero posteriormente Eduardo decidió que fueran 3. Para él el número 3 tenía un significado, quizás por su dimensión geométrica o matemática.
Tras la construcción de la Plaza por el arquitecto Luis Peña Ganchegui, se pasó a la fase de instalación de la obra escultórica, previo reconocimiento del terreno, construcción de planos, maquetas, documentos y prototipos.
Se reforzaron las rocas para soportar el peso de 10 toneladas de cada una de las esculturas y se hicieron los agujeros para encajar las esculturas.
El objetivo era procurar una simbiosis de las esculturas con la roca, de manera que todos los materiales introducidos en las rocas para soportar el peso no se percibieran una vez colocadas las esculturas.
Primero se instaló la escultura del fondo, situada a una distancia de 80 metros.
Se trató de movilizar un helicóptero de la base militar americana de Zaragoza. El intento fracasó porque no disponían de aparatos preparados para soportar ese tonelaje.
Otra solución que se barajó fue la bajada con cuerdas desde la carretera del faro de Igeldo hasta el lugar, construyendo un vial provisional. Esto no solucionaba el problema de colocación y encaje.
Otra propuesta fue transportar la escultura en balsa o grúa flotante, pero las características de las rocas de alrededor, junto con el oleaje lo hacían peligroso.
La solución final fue construir una pasarela capaz de soportar el peso de la escultura (10Tn), las mareas y el oleaje. La siguiente escultura que se instaló fue la de la izquierda. La última fue la escultura de la derecha.
Para ello se construyó una pasarela de 10 metros. Finalmente se procedió a la fase de limpieza, borrando todo resto de hormigón o material "artificial" que se había colocado.
No hubo un acto solemne de inauguración, sino que fue un acto con la visita del Alcalde de San Sebastián, Fernando Otazu, y el Oficial Mayor del Ayuntamiento de San Sebastián, Federico Lários, entre otros. En total fueron unas 9 personas las que estuvieron en el acto que se celebró el 3 de septiembre de 1977.

El 16 de Septiembre de 2007, con motivo del 30 aniversario de la colocación del Peine del Viento, se celebró el acto oficial de inauguración.
Acudieron al acto la viuda de Eduardo Chillida (San Sebastián, 10 de enero de 1924 – San Sebastián, 19 de agosto de 2002), sus hijos y nietos.
También estuvieron el arquitecto Luis Peña Ganchegui y el ingeniero José María Elosegui en representación de la Comisión y todos los teabajadores que hicieron posible la instalación del Peine del Viento



Hay más. Mira, fíjate en esta otra obra, el “Elogio del Horizonte” en Gijón, mirando al límite que es el mar Cantábrico, subido en la parte más elevada de la ciudad, como un altar. Chillida colocó esa obra ahí, como una portería contra el viento. Una portería redondeada como un balón. La fusión perfecta de balón hecho postes, larguero, tiempo e infinito espacio. ¿Desde dónde llegan los goles? Desde allí, desde donde no los vemos. Más allá del horizonte más lejano que es la línea del Cantábrico. Allí se forjan las jugadas y los regates. Allí están todos los taconazos y los túneles y los pases al hueco y los huecos en las barreras por donde se cuelan los disparos que nos hacen perder partidos. El “Elogio del Horizonte” es un acto de amor al fútbol de un portero frustrado por no poder parar nunca el viento






 En Berlín delante de la Nueva Cancillería hay una obra que Chillida donó a la capital alemana: dos manos se juntan en una maraña redonda que bien podría ser el balón que todo lo une, que a todos nos une, como a la ciudad que hasta 1989 permaneció partida en dos, un campo roto por la mitad, amurallado, electrificado, completamente muerto. Dos brazos que con dos manos cogen un balón en alto que llega desde un saque de esquina, de la esquina más nauseabunda tras un callejón absurdo y cruel de la historia, para fusionarlo en las manos de dos ciudades consiguiendo que sean de nuevo una. La barbarie en esta capital del siglo XX ha quedado por fin parada, con las dos manos. La escultura está frente a un rectángulo verde atravesado con líneas blancas, un campo de juego que une las dos porterías separadas por la miseria en un mismo espacio, en un mismo tiempo. De nuevo, el fútbol. Ahí lo tienes.

Berlín




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