miércoles, 27 de abril de 2016













Dario de Regoyos



Nace en el concejo asturiano de Ribadesella el 1 de diciembre de 1857. No obstante, se encuentra allí por el trabajo de su padre, Darío Regoyos Morenillo, natural de Valladolid e importante ingeniero y arquitecto. En su juventud, se trasladarían a Madrid nuevamente por motivos laborales del padre, donde llevaría a cabo numerosas obras por la capital y es elegido Académico en Bellas Artes de San Fernando.[2] Tras la muerte de su padre, Darío se matricula en la asignatura de Introducción al paisaje de la Academia de San Fernando, atendiendo a los deseos de este de sucederle en la carrera arquitectónica. Allí recibirá clases del pintor español, de origen belga, Carlos de Haes, que es conocido por inducir en sus alumnos a las experiencias pleinairistas en sus bocetos. En el año 1879 Darío de Regoyos toma la decisión de viajar a Bruselas por diversos motivos. Entre estos, se encuentra su deseo de acompañar a sus amigos Isaac Albéniz y Enrique Fernández Arbós, que iban a ser galardonados por el Conservatorio Real de Bruselas con “Distinción” y “Excelencia”, respectivamente.[3] Pero sobre todo, subyace un deseo de reencontrarse con la modernidad artística de la que el ambiente artístico español se encontraba más alejado y sometido a una jerárquica tradición académica.
Allí, recibirá clases del que se convierte en su verdadero maestro, el pintor belga Joseph Quinaux.[4] A los ojos de Regoyos se extiende un país en el que el desarrollo económico, culturas y político llegan a todos los ámbitos y donde confluyen ideas caracterizadas por un creciente espíritu crítico y movidas por una intención de progreso.
De esta forma, surge el grupo de L’Essor, traducido como El Vuelo, en el año 1876 y al cual Darío de Regoyos se une en el año 1882. Este se encontraba conformado por un heterogéneo grupo de artistas, seguidores de diferentes estéticas, y cuyo objetivo común era una negación del neoclasicismo como corriente artística imperante y el nexo existente entre el arte y el academicismo. No obstante, por su preferencia por los artistas realistas frente a vanguardistas, así como su falta de programación Darío de Regoyos abandonará L’Essor en 1884, habiendo expuesto solo junto a ellos durante los años 1883 y 1884. A este período le corresponde el retrato realizado por Théo van Rysselberghe, también miembro de L’Essor, donde aparece Regoyos tocando una guitarra.





 



Entre los que habían decidido, por las causas nombradas, acabar con su participación en L’Essor, promovido por el abogado y pintor Octave Maus y el mecenas y escritor Edmond Picard, nace en el año 1883 el grupo denominado Les XX. Este grupo, el cual presenta veinte miembros (once miembros fundadores y nueve invitados) que a su vez, se hacían llamar veintistas, estaba conformado por otros artistas como James Ensor, Théo Van Rysselberghe o Fernand Khnopff. Esta organización tenía como objetivo promover una exposición anual, en las que cada artista presentaría seis obras, que al no existir jurado, niega o suprime la competición entre ellos. Todo esto sería, finalmente, acogido por un catálogo, así como un simultáneo ciclo de conferencias y conciertos. Entre los invitados a estas exposiciones figuran nombres inscritos en lo más alto del desarrollo impresionista, como Paul Gauguin, Camille Pissarro o Toulouse-Lautrec. Ese mismo año, Darío de Regoyos decide volver a pasar los meses del estío en Guipúzcoa, que con los años acabaría por convertirse en su residencia permanente. De estos viajes, se destaca su creciente relación con artistas vascos de formación francesa, como Ignacio Zuloaga, Paco Durrio y Pablo Uranga. Junto con ellos, se afanará el pintor en promover exposiciones de carácter colectivo como las llevadas en Bélgica, La sociedad de artistas vascos,[5] guardando las diferencias de estilo y de peso económico.
En 1888, Darío de Regoyos le escribe una importante carta al que había sido su amigo casi desde los comienzos de su estancia en Bruselas, el poeta Émile Verhaeren, a causa del fallecimiento de su padre. Le invitaba, en la misiva, a realizar juntos un viaje por España, del que nacería el libro La España Negra.[6] Este comenzará en Guipúzcoa y se visitó, por este orden, Guetaria, Zarauz, Renteria, Pamplona, Madrid, Ávila y finalmente Burgos. No obstante, en primer lugar sólo se publicaron las observaciones de Émile Verhaeren, en la revista L’Art Moderne, bajo el nombre Impresions d’artiste. No es hasta su publicación en la revista Luz fundada por el propio pintor, cuando recibirá el nombre de La España Negra,[7] con la ampliación de esta con ilustraciones xilográficas y una serie de textos realizados por él mismo. Son, sobre todo, las aportaciones de Darío de Regoyos las que posicionan este libro como una obra crítica con la España del momento, y el que además, decide finalmente añadirle el calificativo de negra.[8] Las obras sobre esta España pueblerina, tradicional y en su mayoría, controlada por la religión, se caracterizan por una búsqueda latente por la expresión, y unas ideas que le acercan a la que será la Generación del 98.[9] No obstante, esta cercanía no se basa, exclusivamente, en la idea trágica sobre España que plantean estos autores, sino la forma de vivir y ver el paisaje, donde predominan las ciudades crepusculares, la sensación de ruina, y de ser intercambiables entre ellas.





Viernes Santo en Orduña, Darío de Regoyos (1903).
Los problemas de salud de su mujer, con la que había contraído matrimonio en el año 1875, y los suyos propios, van a empezar a complicar la vida del pintor, que hasta el momento se mantenía en una situación acomodada. Padre de seis hijos, multiplicaría por esta causa, y para poder financiar los cuidados que requería su familia, su participación en certámenes de pintura sin gran éxito. Es en este momento, cuando su anterior amistad con Camille Pissarro, le une al marchante Paul Durand-Ruel, que comercializará progresivamente su obra.[10] Gracias, además a Pisarro, retoma su afán de convertirse en un gran paisajista, probando esta vez las técnicas puntillistas, que le convierte en el único español que llevará a cabo esta técnica. No obstante, al ser una técnica pictórica que emplea mucho tiempo para su realización, acaba por ser abandonada por el artista.
Vuelve, así, a sus rápidas pinceladas y a pintar en su mayoría al aire libre a partir de 1900, durante un nuevo viaje por España en busca de diferentes paisajes. Esta serie de pinturas aumenta ligeramente su popularidad. A este período pertenece el popular cuadro de La Concha, realizado aproximadamente en 1906, donde consigue en un impresionismo maduro un equilibrio perfecto entre las tonalidades verdes, ocres, malvas y azules y en su composición.[11] En 1909 se traslada a Guecho y recibe los cuidados del médico Juan Antonio Gádiz, dado su cada vez peor estado de salud. Por estos mismos motivos, se traslada a Barcelona, donde es diagnosticado de cáncer de lengua, y donde pasa sus tres últimos años de vida habiendo ya perdido la capacidad de hablar. El 29 de octubre de 1913 muere en Barcelona a causa de esta enfermedad. Darío de Regoyos, sin embargo, por su gran amor al paisaje y a la pintura, no dejó de pintar hasta el final de sus días, valiéndose de sus anotaciones como inspiración para nuevas obras. En Bélgica, donde fue, finalmente, más reconocido, se instala una exposición en su honor por la asociación La Libre Esthétique, promovida por su director Octave Maus.

Obra[editar]

En la pintura de Regoyos, no cabe duda de que lo primordial en lo representado son la luz y el color. Además, en su pintura, se advierte un creciente simbolismo, en donde prácticamente todos los elementos responden a una idea mayor, en forma de metáfora. Como pintor, es indudable que poseía una gran curiosidad, con la cual fue capaz de dejar de lado el naturalismo y adentrarse en el impresionismo, ignorado en España, e incluso superarlo, con el puntillismo y pre-simbolismo. Llega por tanto, a ser más atrevido que pintores contemporáneos como Sorolla o Ignacio Zuloaga. Su dibujo resulta un tanto primario, casi naif, en contraste con un colorido vivo de gusto internacional, que entonces era mayoritariamente denostado en España. Existe una amplia muestra de su arte en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el MNAC de Barcelona y el Museo Carmen Thyssen de Málaga.[12]
Si se intentase dividir su pintura por etapas, habría que centrarse en el concepto, más que en el método, para encontrar diferencias. Como dos grandes categorías la pintura de Regoyos puede entenderse como en ocasiones íntima y en otras, crítica y expresiva. Habría que destacar también que fuera de estas, se encuentran varios retratos y un autorretrato en su obra. En la primera, la pintura estará supeditada a la consecución de un instante, de un recuerdo o de una impresión de la naturaleza. De esto, es ejemplo obras como Recogiendo fresas, Pino de Bejar, o El gallinero. La paleta aquí, es clara, de colores suaves o a veces, artificiales. En la segunda se mantiene siempre crítico, con una visión desgarrada de la realidad y donde alcanza el expresionismo.
Es en su etapa madura como pintor cuando se adentra en el plenairismo. Ejemplo de esto son Paisaje de Hernani fechado hacia 1900, donde se muestra una vista panorámica de esta localidad al atardecer, con las luces doradas que bañan las pequeñas casas y el puente viejo, enmarcados por el monte Adarra. El paso del tren, hacia 1902, muestra el paso de éste cerca de San Sebastián, en Ategorrieta. Esta etapa pictórica podría resumirse fácilmente en las palabras del propio pintor en la revista francesa Mercure de France en 1905.[13]
Si volviera a comenzar mi vida, volvería a utilizar una paleta clara, sin tierras, sin negros, y sólo haría paisaje, entregándome por completo a las impresiones que recibiera de la naturaleza.
Darío de Regoyos, Encuesta sobre las tendencias actuales en las artes plásticas
Almendros en flor, Darío de Regoyos(1905) Museo Carmen

No hay comentarios:

Publicar un comentario